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Miguel

hace 7 horas
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Por Luis Guillermo Vélez Álvarez - opinion@elcolombiano.com.co

Siempre he tenido una especie de fascinación proustiana por nombres de lugares y personas muchos de los cuales, en razón de su sonoridad o de otras circunstancias tan diversas como arbitrarias, se presentan en mi mente con potentes cargas semánticas que trascienden su significado corriente. Miguel es uno de ellos.

En la escuela Carlos Franco de Belén Vicuña tuve un compañero que estaba siempre alegre y sonriente, excelente estudiante y, sobre todo, sorprendente jugador de fútbol que con sus pies descalzos pateaba con fuerza y determinación un trajinado baloncillo en una cancha polvorienta y llena de guijarros que herían despiadadamente los pies de cualquiera que no fuese Miguel Sánchez.

Por ello, fortaleza, determinación y serena alegría eran los atributos que para mí se escondían en el nombre “Miguel” y que esperaba encontrar en cualquiera que lo portara. Miguel Uribe Turbay no me decepcionó: los tenía en abundancia, además de la inteligencia en la mente y la bondad en el corazón. Todo ello le auguraba grandes éxitos en la política que siguiendo la tradición familiar había elegido como su actividad vital.

Ha pasado ya más de una semana del atentado que tiene a Miguel debatiéndose entre la vida y la muerte. Sabemos que fue ejecutado por un despiadado sicario que obró con frialdad absoluta valiéndose de una pistola Glock semiautomática de 9 milímetros. No se trató pues de un muchacho atolondrado que disparó un trabuco casero alentado por el discurso de odio de Petro. Fue un intento de asesinato en regla rigurosamente planeado y ejecutado con toda precisión apuntando a la cabeza desde cortísima distancia. Hay toda una estructura criminal tras ese atentado y la única pregunta que debe ocuparse de resolver la Fiscalía y el Gobierno Nacional es saber quién está al mando de esa estructura, quién dio la orden de asesinar a Miguel, ¿quién fue?

Cualquiera sea el resultado de las investigaciones tendientes a establecer la responsabilidad penal, es clara la responsabilidad política que le cabe Petro por su permanente incitación a la violencia contra la oposición en general y contra Miguel en particular. A Miguel le enrostró los supuestos crímenes cometidos por su abuelo Julio César Turbay Ayala.

El odio de Petro contra Turbay Ayala es claramente comprensible como quiera que éste le infligió al M -19 contundentes derrotas al punto de que al final de su mandato tenía bajo rejas a toda su cúpula directiva. Desgraciadamente, a Turbay Ayala lo sucedió Belisario Betancur que los sacó de la cárcel recibiendo como pago por su buenismo la sangrienta toma del Palacio de Justicia de cuyas consecuencias aún no se repone el País.

El Centro Democrático debe sobreponerse al dolor y reafirmar su compromiso con la defensa de la democracia, la libertad y sus valores fundacionales. No es momento de retroceder, sino de reorganizarse, escuchar a la ciudadanía y reanudar con determinación su lucha contra el régimen de Petro. La responsabilidad histórica del partido exige unidad, claridad de propósito y, sobre todo, la valentía que mostrara siempre Miguel..

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