Diocedi Arias Vásquez está sorbiendo el sabor agridulce de haber recuperado los restos de su padre. Por un lado, siente tristeza porque tuvo que crecer sin él, sin su amor, sin sus gestos de ternura, porque a él lo desaparecieron cuando ella tenía once años; pero, por otra parte, hay cierta tranquilidad debido a que le pudo dar sepultura digna, en un sitio donde lo podrá visitar y llevarle flores cada que quiera.
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Él se llamaba Jorge Iván Arias; era agricultor y pequeño ganadero y tenía seis hijos. Justo el 24 de diciembre de 1990, lunes para más señas, en la época más significativa para la familia porque él, como cabeza de esa familia, era el que se encargaba de preparar la celebración con lo que hubiera, había salido de la vereda San Isidro hacia el casco urbano de Anorí, en el Nordeste antioqueño, su pueblo, a comprar algunos víveres para el festejo, pero jamás regresó.
“Mi papá siempre nos hacía la natillita. Así fuera un sancocho de gallina, nos hacía la cenita y los regalitos. Así fueran dulces, lo que él tuviera la capacidad de regalarnos. Siempre nos dejaba el regalo del Niño Dios en la cabecera de la cama. Desde el momento en que él desapareció, eso también desapareció: para nosotros un 24 de diciembre es un día normal”, apunta Diocedi.
Las versiones posteriores indicaron que un grupo armado lo había asesinado y que lo enterraron al lado de un río, pero como las tres hijas aún eran pequeñas y el terror deambulaba por la zona, les dijeron simplemente que había fallecido y ya más grandes se fueron enterando de que estaba en un barranco; fueron hasta el sitio, pero no hallaron más que maleza.
Hace unos años un familiar les contó que en una creciente se había llevado el barranco, dejando al descubierto parte del cuerpo de Jorge Iván, pero las autoridades no podían entrar a la vereda por ser “zona roja”.
Luego, en junio de 2022, Diocedi, dos hermanas y un primo tomaron picos y palas y se fueron para el barranco. Allí estaban a la vista las extremidades inferiores, mientras que el resto del cuerpo continuaba bajo tierra.
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Lo sacaron y lo llevaron al cementerio local, donde lo depositaron en un osario dentro de una bolsa de tela azul. Después le solicitaron a la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) que recuperara el cuerpo y lo entregara al Instituto Nacional de Medicina Legal, para confirmar si los huesos sí correspondían a su padre.
En 2023, la UPBD intervino el cementerio San Luis Gonzaga, de Anorí, y entre las 31 estructuras óseas que recuperó en desarrollo del “Plan Regional de Búsqueda Nordeste, Nus y Río Porce”, estaba la que habían llevado allí las familiares de Jorge Iván Arias.
Posteriormente, vinieron las muestras de ADN al cadáver y a las herederas vivas para comprobar el parentesco, y, para alegría de todos, la notificación de que, efectivamente, era el cuerpo de él. La entrega digna a los hijos y nietos se cumplió en Anorí, en una ceremonia religiosa, 34 años después de esta desaparición.
“Nosotros íbamos buscándolo, porque le queríamos dar cristiana sepultura. Y aquí estamos, dándole sepultura a mi padre”, dijo Diocedi en medio del acto, con un aire de alivio.
