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Así es el perfil de los niños que llegan a cometer delitos como el sicariato

Ausencia de una red de apoyo, ambientes familiares hostiles, heridas violentas y crecer en contextos sociales marcados por la droga y el dominio de actores ilegales son algunas de las razones que arrojan a los niños y adolescentes al mundo criminal.

  • Unicef y el ICBF analizaron registros de 2.181 niños, niñas y adolescentes que fueron reclutados por los grupos armados entre 2013 y 2022. FOTO El colombiano y cortesía
    Unicef y el ICBF analizaron registros de 2.181 niños, niñas y adolescentes que fueron reclutados por los grupos armados entre 2013 y 2022. FOTO El colombiano y cortesía
hace 8 horas
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El menor de 15 años, señalado de accionar el arma contra el senador Miguel Uribe Turbay, permanecerá internado por al menos cinco meses en el búnker de la Fiscalía de Bogotá. Fue la medida que determinó un juez para garantizar la seguridad del señalado sicario que ahora se convierte en un testigo clave en la investigación.

Días antes de accionar el arma contra el precandidato presidencial, el Estado tuvo dos intentos por arrebatar al joven de las calles y de los criminales que lo instrumentalizaron para cometer el crimen en la tarde del sábado 7 de junio. Ambos procesos fueron ineficaces.

En la última semana de mayo, el menor fue visto mientras deambulaba por las calles del centro de la capital. En ese momento, funcionarios del Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud (Idipron) se acercaron para ofrecerle los programas a los que podía ingresar: pero el menor no aceptó.

En ese informe quedó consignado que el menor estaba en riesgo de caer en condición de calle. En este punto, EL COLOMBIANO estableció contacto con uno de los funcionarios de la Idipron que, bajo reserva de su nombre, entregó detalles de ese encuentro con el ahora menor infractor.

El funcionario afirmó que, durante ese primer contacto, solo se le contó al joven de la oferta institucional y nada más. Apuntó que solo registraron sus datos en una planilla y apuntaron su número telefónico.

“Fue un encuentro que se hace normalmente con los equipos en territorio. Se hacen a diario, esos encuentros buscan a jóvenes para ofrecerles beneficios de Idipron de bienestar y desarrollo”, apuntó el funcionario.

Lea aquí: Motociclista que transportaba al presunto sicario de Miguel Uribe Turbay se presentó ante la Fiscalía

El programa de la Alcaldía de Bogotá no logró vincular al joven y desde el Gobierno Nacional los intentos por recuperarlo tampoco fueron suficientes.

El propio presidente Gustavo Petro afirmó que el menor también había sido acogido en Jóvenes en Paz, programa del Gobierno que pretende desvincular a los jóvenes de las dinámicas criminales y promover su vinculación con ofertas educativas, sociales y de trabajo. De ese programa también se ausentó.

En este punto EL COLOMBIANO ya había revelado la insuficiencia del programa. En febrero del año pasado el Gobierno se propuso la meta de vincular a 100.000 jóvenes al programa y, de acuerdo con el Ministerio de la Igualdad, esa meta hasta mayo pasado solo se había cumplido en un 28%. Es decir, solo 28.886 jóvenes fueron vinculados en 73 municipios del país.

“Allí, el informe que tengo de los profesionales, es que demostró una personalidad completamente conflictiva, sin capacidad de establecer vínculos intersociales. Duró dos meses, no asistió a ninguna clase, y se retiró voluntariamente”, apuntó el presidente Petro.

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Pese a que el joven ya estaba caracterizado, la oferta institucional y la responsabilidad del Estado para protegerlo se quedó corta.

El menor, según afirmó durante la audiencia que le imputó cargos por los delitos de tentativa de homicidio y porte ilegal de armas, afirmó que le ofrecieron hasta 20 millones de pesos para atentar contra la vida del candidato presidencial. El pago iba a ser entregado una vez cometiera el delito.

El nivel de engaño era tal que el señalado sicario no tenía ruta de escape y en el lugar solo le quedaban dos caminos: ser abatido por los cuerpos de seguridad o ser capturado, como finalmente ocurrió.

Las apuestas institucionales para arrebatar a los niños, niñas y adolescentes del yugo de los violentos parece que no son suficientes. Desde la Firma del Acuerdo de Paz con las Farc –advirtió la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP (UIA)– en Colombia han sido reclutados 1.494 menores de edad: cada 48 horas, en promedio, un niño es arrastrado hasta las filas de los armados.

Las cifras que quedan en los subregistros podrían hacer mucho más escandalosa la situación.

El informe de la UIA advierte que las promesas de dinero y las ofertas de trabajo son las formas más recurrentes que utilizan los violentos para instrumentalizar a los niños, niñas y adolescentes. “Fue por plata, fue por plata y por mi familia. (...) Yo les puedo dar los números. Déjeme darle los números”, fueron las palabras que pronunció el joven cuando fue aprehendido por las autoridades. De él se conoce que su padre reside en Polonia y que es huérfano de madre: la señora falleció a los 23 años. Desde entonces, vive con su tía materna y con un tío que es conductor en Bogotá.

El perfil de los niños infractores

Un estudio realizado por Unicef y el ICBF analizó registros de 2.181 niños, niñas y adolescentes que fueron reclutados por los grupos armados entre 2013 y 2022. Allí se estableció el perfil de los menores que más fácilmente pueden caer en las garras de los grupos armados ilegales. El informe detalló que el 78 % de las víctimas afirmaron haber vivido una situación de violencia dentro de sus familias antes de su vinculación a los grupos.

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El 69 % de los encuestados venía de zonas rurales o de familias de bajos recursos. La mayoría de los niños son enlistados cuando tienen entre 13 y 14 años. El 89 % provenía de zonas donde predomina la confrontación armada.

El reporte también halló que el 80 % de los niños realizó diferentes trabajos para los grupos ilegales, como raspachines en cultivos de uso ilícito, llevar paquetes y hasta informar sobre movimientos en la zona (campaneros) antes de empuñar las armas.

“El contexto familiar es determinante. La mayoría de jóvenes infractores crecen en ambientes donde la familia es casi nula o no existe. Esto suele ser determinante a la hora de que un menor sea arrojado a la calle”, apuntó Juan Carlos Vanegas, exfuncionario de apoyo psicológico del Centro de Atención Especializado para Adolescentes y Jóvenes Carlos Lleras Restrepo, conocido como La Pola.

El experto apuntó que en las esquinas de los barrios o en las plazas, muchas veces, existen códigos y el mismo jíbaro se encarga de pedirle a los menores que se alejen de allí, pero advirtió que la insistencia de los adolescentes por sentir pertenencia a algún grupo los lleva a ganarse el espacio y, de ese modo, inicia la instrumentalización.

“Cuando las familias se enteren que sus hijos están en la esquina o tienen problemas de consumo de sustancias psicoactivas es ya un signo de alerta que puede llevar a los niños a cometer delitos. La mayoría de las veces inician en el mundo delictivo porque se dejan seducir de las drogas, el dinero, las armas y la vida que tiene ‘el duro’ de la vuelta”, apuntó el psicólogo consultado.

Vanegas aseguró que otra puerta de entrada de los niños y adolescentes al mundo criminal son las heridas que vienen desde la infancia y se relacionan con ambientes familiares hostiles y la presencia de un evento traumático en sus vidas como el abuso sexual o la pérdida violenta de un ser querido como la madre, padre o hermanos.

¿Los niños infractores son recuperables?

“Los jóvenes que son dados de alta del sistema de responsabilidad penal para niños, niñas y adolescentes suelen encontrar trabajo o estudio. En esta etapa de la vida –14 y 17 años– todavía existe la posibilidad real de cambiar. Cuando el joven entra al sistema de responsabilidad penal es rodeado por psicólogos, terapeutas ocupacionales y trabajadores sociales que procura mostrarle caminos distintos. La responsabilidad del Estado debe continuar para abrirle puertas distintas a la delincuencia”, puntualizó Vanegas.

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