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Conozca a Martha Elena Álvarez, el alma de El Balcón de los artista, el milagro de Manrique

Este espacio en Manrique ha impactado, a punta de baile, arte y cultura, a cerca de 38.000 niños en más de 30 años de trabajo. Hablamos con su creadora, que aún sigue apostándole al trabajo cultural.

  • En el centro, Martha Elena Álvarez con un grupo de alumnos en la sede en Manrique de El balcón de los artistas. Foto Esenyder Gutiérrez.
    En el centro, Martha Elena Álvarez con un grupo de alumnos en la sede en Manrique de El balcón de los artistas. Foto Esenyder Gutiérrez.
  • Martha Elena sigue trabajando desde Manrique para fortalecer este proyecto cultural, ahora ya tienen un espacio para una sede propia, ahora solo falta dinero para construirla. FOTO Cortesía
    Martha Elena sigue trabajando desde Manrique para fortalecer este proyecto cultural, ahora ya tienen un espacio para una sede propia, ahora solo falta dinero para construirla. FOTO Cortesía
hace 22 horas
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Fue en 1992 cuando Martha Elena Álvarez Ossa comenzó una tarea titánica: alejar a los niños del conflicto y ponerlos bailar. Ella es la creadora, la inspiradora del famoso Balcón de los artistas, un proyecto cultural y social de gran impacto que nació para contrarrestar la ola de violencia vivida en Manrique Oriental, comuna tres de la ciudad de Medellín en los años 90.

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Esta corporación ha trabajado con niños y jóvenes de tres a veintisiete años de edad, haciendo transformaciones positivas en sus bailarines a través del arte de la danza, los espacios de convivencia, el desarrollo social y la inclusión.

La visitamos en su sede, en Manrique, esa que ya se les está quedando pequeña. Por momentos parece uno de esos episodios de la serie Fama, en la que los jóvenes encuentran en la danza y en la música una manera de redención.

Martha, ¿cómo surgió este Balcón de los artistas?

“Empezó cuando convoqué a varios niños o gente de la comuna en momentos en los que en el barrio eran comunes las matanzas, la deserción escolar, porque las mismas bandas acabaron los colegios, entonces yo dije que me gustaría enseñar a bailar, que a mí toda la vida me ha gustado mucho bailar”.

¿Y bailaba bien?

“Yo digo que sí, (risas), pero ya luego me puse a estudiar cuando vi que los chicos respondían y todo lo que pasaba con ellos. Uno les decía 7:00 de la mañana y ellos llegaban 7:00 de la mañana, madrugábamos mucho”.

¿Y es del barrio, de Manrique?

“Sí, yo siempre he sido del barrio”.

¿Y en ese momento, cuando empezó el Balcón, tenía cuántos años más o menos?

“Yo tenía por ahí entre 28 o 30 años”.

¿Y había mucha violencia alrededor en ese momento?

“Sí, de los vecinos, de los amigos, de mi familia, porque mataron primos, sobrinos de mi papá y mi mamá que se vieron vinculados en eso”.

¿Era difícil caminar por los barrios?

“Muy difícil. Ahora ves el gentío, pero en ese tiempo era solo. A las 12:00 del día se estaban cerrando las panaderías, cerraban los graneros, no habían tiendas, eso fue una cosa terrible y no dejaban subir los carros. Los carros que surtían llegaban al Parque Gaitán y la gente tenía que subir la producción a a pie”.

Y cuando empieza, ¿cómo hacía para que sí vinieran alumnos?

“Eso fue lo más bonito, porque yo dije charlando que a mí me gustaría trabajar con los niños. Entonces, un grupo de personas empezó a convocar, a decirle a las mamás y las mamás empezaron a llegar con las niñas. Lo más bonito fue que llegaron los padres de familia y yo les decía que trajeran pan y chocolate y cuando terminábamos hacíamos una chocolatada. Aunque había momentos en que nos decían: ‘Ábrase que va a haber una balacera’, y ahí todo el mundo empezaba a correr, nos metíamos a las casas”.

Y con todo eso, ¿cómo daba las clases, es decir, a diario o cada semana?

“Yo empecé a hacerlas los sábados, pero ya me fui como empeliculando con eso. A veces me pongo a recordar todo y pienso que era muy arriesgada porque los ensayos eran en campo abierto, en la calle, no tenía un lugar. Y fuera de eso la alcaldía nos empieza a invitar a los diferentes barrios como Santo Domingo, Carambolas, San Javier.

Yo hacía montajes. Se bailaba porro, merengue, empecé a hacer tango, las mujeres bailaban entre ellas mismas, habían dos hombrecitos y ellos se rotaban con las mujeres”.

Martha Elena sigue trabajando desde Manrique para fortalecer este proyecto cultural, ahora ya tienen un espacio para una sede propia, ahora solo falta dinero para construirla. FOTO Cortesía
Martha Elena sigue trabajando desde Manrique para fortalecer este proyecto cultural, ahora ya tienen un espacio para una sede propia, ahora solo falta dinero para construirla. FOTO Cortesía

Y todo fluyó desde el primer día, no tuco mayores inconvenientes...

“Sí, yo pienso que todo es perfecto aunque no parezca. Yo empecé a convocar, empezaron a llegar. Llegaban las mamás acompañando. Empieza la alcaldía a hacerme esa invitación y nos daban transporte y el refrigerio, pero cuando eran en el mismo barrio, ellos nos pasaban de un lugar al otro porque era peligroso. Uno no podía cruzar de una cuadra a otra. Los de la alcaldía estaban identificados con unos chalecos, nos prestaban una casa o llevaban una carpa, nos metíamos en la carpa, salíamos y hacíamos lo que teníamos que hacer, nos entregaban los refrigerios y ya ellos volvían y nos regresaban a la cuadra. Es que era peligrosísimo, el miedo era terrible”.

¿Y eso fue así hasta cuando?

“Balcón de los artistas arranca en 1992 por esto tan feo que había y en 1999, en el 2000 ya empezó a cambiar. Esa guerra arrancó desde el 85, y luego se puso muy pesada en el 90, con los muchachos con las armas colgadas y eran niños de 10, 12 años, porque los adultos los utilizaban”.

¿Y alguno de ellos se acercó porque quería bailar?

“Pues un joven estuvo con nosotros como 5 o 6 años, pero volvió otra vez a vincularse en eso y murió antes de la pandemia como habitante de calle”.

¿Ahora tiene compañía y academia?

“Sí, se tiene escuela, que es por donde los chicos pasan y está también la compañía. Yo siempre he dicho que lo último que busca Balcón de los artistas es que sean bailarines. Lo primordial es la sensibilización, es tener conciencia, es cuidarse, es sentirse, es saber mediar los dolores, saber manejar sus emociones, porque todo lo que se llame artístico en la experiencia del Balcón, la danza y un poco de música que hacemos, esto es el resultado.

Lo último que queremos es hacer bailarines. Ya esto es como la respuesta a la escuela que los niños quieran ser bailarines”.

Ustedes los dejan en un punto de formación para que si ellos quieren seguir su carrera profesional como bailarines la puedan seguir...

“No, nosotros sí tenemos nuestro bailarines, pero nosotros de un niño cuando llega a la escuela no estamos diciéndole que tiene que ser bailarín. Eso es algo que el niño o la niña elige”.

¿Y qué cosas le han dado satisfacción?

“Para mí las mejores satisfacciones son cuando los chicos triunfan. Yo digo que uno con estas organizaciones, tiene muchos dolores, de hasta llegar a cuestionar por qué me metí en esto. Pero lo que lo impulsa a uno a seguir adelante son todos los triunfos que ellos tienen”.

Esto es como un tanque de oxígeno para muchos niños y sus familias que viven en entornos complicados...

“Sí, porque es mostrar otra forma de hacer las cosas, otras culturas, que se pueden montar en un avión y viajar a otro país, que para mucha gente es imposible ir a Estados Unidos o ir a Europa. E incluso eso para el Balcón no es beneficioso, porque tengo que buscar los recursos para montarlos a un avión, pero lo más gratificante es cuando viajan y llegan, por ejemplo, a París y la gente los aplaude porque es algo muy extraño. Colombia tiene esa vena artística, pero no se valora al artista como lo hacen afuera. Afuera la gente se les arrima, casi que se le arrodillan, les alaban su baile, eso es gasolina para ellos volver e inyectarle a sus alumnos, a su propia familia: ‘mire que sí se puede, mire que lo logré’, dicen, pero obvio es con muchas ayudas que el Balcón consigue para poderlo hacer”.

¿Los ha acompañado, ha visto como triunfan?

“Sí, yo he tenido la fortaleza de subirme con ellos en un avión y aterrizar, por ejemplo, en Miami y ver cómo ellos disfrutan todo eso, hasta gritan de emoción. Eso es tan bonito para uno, para ellos y para las personas que están a su alrededor. Ellos salen a caminar y ven a la gente hablando en otros idiomas, eso es bonito, pero requiere esfuerzo”.

Cuando dice que a veces no sabe en qué momento se metió en esto, ¿a qué se refiere?

“Lo hablo por la parte económica. Yo me metí en esto muy empíricamente en muchas cosas, pero en este momento en mi equipo tengo una junta y gente maravillosa haciendo crecer las líneas de negocio para poder sostener la corporación y poder tener a todos los chicos que tenemos acá, porque todos los chicos de Manrique son becados, la mayoría con el 100% que no pagan nada. Aquí hay que pagar servicios, arriendo, empleados, a los instructores. Cuando hay afugias, ahí me pregunto, ¿por qué me metí en este cuento?”.

¿Cuántos chicos hay hoy en el Balcón de los artistas?

“En este momento con todos los procesos que tenemos en los colegios de acá de la comuna, son cerca de 670 chicos incluyendo las compañías de baile: la Compañía Sin límites, la Principal y la Juvenil Infantil”.

¿Y han ganado muchos campeonatos?

“Sí, es que no me gusta mucho hablar de eso, la gente siempre me dice que por qué no hablo mucho de los premios. Pero en realidad, campeonato al que llegamos, campeonato que ganamos”.

¿Y quién los patrocina?

“Nosotros mismos y otras personas que nos ayudan. Ahorita Aldo Cívico estuvo con los muchachos que ganaron en México y tuvo que ver con todo el patrocinio de la pareja. Pero nos patrocinamos nosotros mismos, los muchachos con actividades tienen unas tarifas, nosotros como Balcón de los artistas colocamos los vestuarios, que un solo conjunto puede valer entre 800.000 a 1.000.000 de pesos. Y a nuestro alrededor tenemos a las Fundaciones Fraternidad, Sofía Pérez de Soto, a ProAntioquia, Sura y Vibra en alta, la fundación de J Balvin”.

¿Todavía hace falta más apoyo?

“Sí, porque Fraternidad Medellín nos dio un lote a cinco cuadras de donde estamos en este momento. Lo importante es tener un espacio para los niños, las niñas, jóvenes y pienso también trabajar con abuelos porque siento que los tenemos muy abandonados. Quiero que ellos vayan, el espacio que nos donaron es muy lindo, tiene zonas verdes y más, ahora hay que construirlo”.

Puede oír la entrevista completa a continuación:

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