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¿Le llegó el aguinaldo a Petro?

El propio presidente ha hablado de separación. No hay vínculo jurídico con el Estado y, según lo dicho, tampoco vínculo personal.

hace 5 horas
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  • ¿Le llegó el aguinaldo a Petro?

Por Alejandro De Bedout Arango - opinion@elcolombiano.com.co

A la Casa de Nariño sí que le llegó el aguinaldo de Navidad. No en ancheta ni con buñuelo, sino en forma de poder, sin cargo y gasto sin explicación. Verónica Alcocer volvió al país y, como por arte de magia, volvió también ese “cargo” que oficialmente no existe, pero que camina con escoltas, se mueve con logística y recibe trato de jefa de Estado.

En política, los regresos nunca son inocentes. Mucho menos cuando ocurren en diciembre, en plena antesala electoral. Y todavía menos cuando quien regresa no tiene cargo, pero sí influencia. El retorno de Alcocer no es un asunto personal ni protocolario. Es un hecho político. Y así debe leerse.

No vino en misión oficial, porque no puede. No vino con agenda pública, porque no existe. Pero apenas aterrizó, derecho para la Casa de Nariño, donde no entra cualquiera. Allá se toman decisiones, se acomodan fichas y se define el rumbo del poder. En política, el acceso es autoridad. Y el acceso de Verónica Alcocer sigue intacto, aunque formalmente no exista como figura institucional.

Esa es la contradicción que hoy indigna. El Gobierno insiste en que no existe, en el papel, la figura de primera dama; que no hay oficina ni estructura legal. Sin embargo, aunque el cargo no existe en el derecho, sí existe en la práctica y, sobre todo, en el presupuesto. Seguridad, logística, asistentes, masajistas, entrenadores, peluquería, protocolo, acompañamientos y trato de autoridad —todo financiado con recursos públicos— sostienen un poder que no rinde cuentas y que nadie eligió.

En el Palacio no se reza la novena, se hace caso. Y muchos saben a quién. Porque aunque no salga en el afiche, hay quien dirige la orquesta. Hay quien marca el ritmo. Hay quien entra y sale sin pedir permiso. Verónica Alcocer se ha convertido en el verdadero poder detrás del poder, operando abiertamente.

Es decirle al ciudadano que apriete el cinturón mientras Veronica Alcocer, al son que toca, bailan y se dan vida de primera con la plata de todos. Es predicar austeridad en el micrófono y practicar derroche en los pasillos. Es hablar de cambio mientras se normaliza lo peor de la vieja política: el poder en la sombra.

El contexto político agrava todo. El propio presidente ha hablado de separación. No hay vínculo jurídico con el Estado y, según lo dicho, tampoco un vínculo personal vigente. Aun así, Alcocer reaparece en el centro del poder, activa conversaciones y despierta preguntas inevitables. ¿Qué se está reorganizando? ¿Qué se está preparando? ¿Qué papel juega en lo que viene?

Porque diciembre no es pausa. Es preparación. Y los movimientos silenciosos suelen ser los más decisivos. El regreso de Alcocer coincide con un Gobierno desgastado, con un año electoral por delante y con la evidente necesidad de recomponer poder. Nada de eso parece casualidad.

A su alrededor continúan gravitando hechos graves que jamás han sido esclarecidos con seriedad. Vínculos familiares y cercanías políticas, versiones reiteradas sobre nóminas de amigos, y episodios internacionales cuestionables —como su inclusión en la Lista Clinton— que, lejos de generar consecuencias reales, no impidieron su regreso ni restringieron su margen de acción.

Nada fue explicado. Nada fue sancionado. Nada representó un obstáculo.

El ciudadano lo ve y lo siente. Ve el derroche. Ve la incoherencia. Ve cómo le piden paciencia mientras otros disfrutan privilegios financiados con su trabajo. Ve que está pagando un poder que nadie eligió y que nadie controla.

Ese es el verdadero regalo de Navidad del Gobierno. Que sigamos pagando en silencio un poder —Verónica Alcocer— que nadie eligió, que nadie controla y que nadie explica.

Pero tranquilos... después salen a decirnos que todo es por el cambio para vivir sabroso.

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