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Se han venido generalizando expresiones como la de decir ‘qué miedo ganó la izquierda’ en determinado país o ‘qué miedo ganó la derecha’, en este otro país; ambas son expresiones que lo único que reflejan es una inmadurez democrática o unas tendencias totalitarias de gobernantes, que seguramente piensan o desean que, porque ganaron una elección eso los habilita para quedarse en el gobierno por un tiempo indefinido, es decir práctica de autoritarismo puro y duro.
Considero y en eso hay alto nivel de consenso, que en democracias serias y los casos de Chile, Uruguay, Argentina para mencionar solo algunos en la región, la alternación democrática es algo que se debe tomar con normalidad; por eso en democracia hay elecciones periódicas, con reglas claramente establecidas —si hay reelección o no, por ejemplo, pero en ningún caso democrático reelección indefinida—, que se pueden modificar a través de los procedimientos establecidos y los ciudadanos —o el pueblo, como les gusta decir a algunos— a través del voto es el que decide en cada elección a quién le da el mandato por el período que la Constitución establece.
En democracia no deben existir caudillos que creen tener el derecho a perpetuarse en el poder, eso solo se da en autoritarismos de izquierda o de derecha, lo que sí debe haber en democracia son partidos organizados con liderazgos plurales —ese si es por el momento en nuestro país un gran faltante—, que, si la gestión de los gobiernos es considerada buena por los ciudadanos, les pueden renovar el mandato.
Por eso igualmente en una democracia es fundamental la existencia de la clásica tridivisión de poderes —ejecutivo, legislativo, judicial y organismos de control— y ninguno debe estar subordinado al otro —todos los gobernantes pueden tener la tentación de utilizar los otros poderes del Estado para favorecer sus pretensiones momentáneas, por muy bien intencionadas que sean—, porque esa es la garantía para la sociedad que no haya abusos de parte del gobernante de turno; adicionalmente, y muy importante unas Fuerzas Militares y de Policía —lo que en nuestra Constitución denominamos Fuerza Pública—, profesionales y autónomas, cuya misión fundamental es el cumplimiento estricto de la Constitución y la Ley. Y por supuesto una libertad de prensa y de opinión sólidas que permitan que haya información amplia, diversa y suficiente y que se debata y controvierta públicamente la gestión de los diversos poderes del Estado, con respeto en las formas por supuesto, para que la sociedad esté siempre bien informada.
Si las anteriores condiciones mínimas se dan en una democracia, ningún ciudadano debe tener miedo de si gana un candidato o un partido de izquierda o de derecha, porque todos deben estar comprometidos a respetar los derechos constitucionales y legales de todos los ciudadanos y por consiguiente lo que debe hacer el candidato ganador es implementar las políticas públicas con las cuales ganó la elección y si en el poder ejecutivo no tiene mayoría, debe iniciar un proceso de negociación con las fuerzas políticas mayoritarias allí —no de imposición— para lograr los consensos necesarios y así sacar adelante las iniciativas.
