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Lo que no podemos es seguir callados ante las transgresiones sociales, la falta de impulso de los gobiernos o los atropellos a la democracia.
Por Carlos Enrique Cavelier - opinion@elcolombiano.com.co
En estos momentos turbulentos en la geopolítica mundial, no solo en Colombia, hay que hacerse esta pregunta muy a fondo. No podemos guiarnos de manera alguna por el principio formulado por el premio Nobel de economía Milton Friedman en su famoso artículo en el New York Times en 1970 en el que sostenía que la única responsabilidad del empresario debería ser generar utilidades para sus accionistas. No, no basta con generar utilidades, o cumplir con las metas de ventas ni solo pagar impuestos y generar empleo.
Cumplir esos objetivos es apenas lo básico, como levantarse todos los días, bañarse y vestirse. Claro que no son fáciles: requieren de años de trabajo en equipo, de ideación, de prueba y error, de crear una extraordinaria cultura interna, y, claro, de EJECUCIÓN. Son la esencia misma de una empresa.
Pero hoy, como casi siempre, los tiempos requieren mucho más de todos nosotros y en especial de los empresarios: exigen una visión de país que vaya más allá del negocio, construida y compartida con sus pares; requieren de un esfuerzo para posicionar sus ideas, que se construyen con la cotidianidad, con la lectura profunda y con conversaciones a fondo que las nutren; requieren estar en contacto real con sus comunidades. Requieren que la política —frase de cajón— “no se la dejemos solo a los políticos”, aunque siempre con cuidado de no caer en el corporativismo ni en la subordinación de los intereses generales a los particulares.
Más allá de elementos culturales como el “wokismo” y los debates sobre diversidad, equidad e inclusión, conceptos que adquieren matices distintos según el país, cultura e historia, el empresario debe estar muy presente en los gremios y las asociaciones como las ‘Pros’. Para mí la frase de Manuel Carvajal Sinisterra en 1961, “no puede haber una empresa sana en un medio social enfermo, porque tarde o temprano los males de la sociedad repercuten en su desempeño. Por eso, el empresario debe comprometerse en la solución de los problemas sociales”, debe ser el undécimo mandamiento del empresario colombiano.
Curiosamente, fueron otros empresarios vallecaucanos quienes, dos generaciones más adelante, demostraron ese mismo espíritu durante el llamado estallido social. Encabezados por el presidente de Fanalca, Joaquín Losada, con Pedro Carvajal y Juan Ramón Guzmán, para mencionar solo los principales, armados de valor y de corazón se metieron de cabeza en las “primeras líneas” a dialogar con los manifestantes a entender su condición de vida, sus problemas de educación y de empleo; de allí surgió Compromiso Valle, la ONG hoy para mi entendimiento más importante de Colombia no por tamaño sino por impacto.
El rol del empresario puede —y a veces debe— ser activista dentro del propósito que su empresa se haya propuesto, o en estrategias emergentes como Compromiso Valle. Llegó la hora de destaparse de las cobijas del anonimato y se hace necesario participar en acciones sociales y ecológicas, guiados por el principio del triple balance que es el norte hacia el que las empresas deben evolucionar hoy. Los resultados corporativos debe ser sorprendentes no solo en lo económico, sino en el bienestar colectivo y en la sostenibilidad del entorno, donde los objetivos no pueden ser de menor cuantía ni ambición.
Lo que no podemos es seguir callados ante las transgresiones sociales, la falta de impulso de los gobiernos o los atropellos a la democracia. Los tiempos del silencio se terminaron.