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En la preparación para el liderazgo, esas ‘pasadas por la cruz’ generan una alta resistencia a la adversidad, como pudo ser en mi caso la entrada a ley de quiebras en 1999.
Por Carlos Enrique Cavelier - opinion@elcolombiano.com.co
En “Vivir para contarla”, Gabo repasa buena parte de su obra a través de su biografía; en ella se reitera su caracterización como “el más extraordinario narrador de lo que vieron sus ojos”.
El liderazgo que claramente no es innato, y nos hace mucha falta hoy en todo el mundo, puede nacer como una respuesta a la historia de vida de cada uno. En un ejemplo real, el creador de Starbucks, Howard Schultz, soñó siempre con crear una compañía que les proveyera seguro médico a sus colaboradores.
Su batalla empezó cuando era un niño. Un día regresó del colegio y se encontró con su padre, obrero de construcción de Brooklyn, NY, acostado en el sofá con una pierna enyesada y con la imposibilidad de salir a trabajar. Su madre, embarazada de 7 meses, tampoco podía hacerlo. Schultz siempre recordó las discusiones de sus padres sobre a quién le pedirían que les prestara dinero para sobrevivir.
En ello el liderazgo es el sueño de lograr cambiar una situación, una frustración que vivimos en
lo personal; lo hemos vivido todos.
En un recuento gráfico Bill George, profesor de liderazgo de Harvard, describe la formación de este en cuatro etapas: la primera es la formación del carácter combinado con las primeras experiencias de “darse contra el mundo”. La segunda es el arranque del liderazgo que no pocas veces se da sin pasar por varios vía crucis que fortalecen ese carácter formado tempranamente. La tercera etapa es que todo ello nos lleva al pico del liderazgo en la contienda que hayamos escogido. Esto para pasar finalmente a la cuarta etapa: una regeneración de mentoría, enseñanza y entrega de conocimientos a las nuevas generaciones.
En la preparación para el liderazgo, esas ‘pasadas por la cruz’ generan una alta resistencia a la adversidad, como pudo ser en mi caso la entrada a ley de quiebras en 1999. Adicionalmente ocurre una transformación del “yo” al “nosotros” y la variedad de experiencias conduce al líder a su etapa más fructífera: seguramente a la de convertirse en Presidente, Ministro, CEO o director de su organización.
En mi experiencia particular el poder del foco en el liderazgo es esencial: cuando era congresista divagaba: asistía a reuniones de todo tipo sobre proyectos de ley y participaba en conferencias sin norte claro. Al iniciar la campaña a la Constituyente quedó solo un objetivo en el horizonte, ayudar a sacar la mayor cantidad de votos para nuestro candidato estudiantil de la séptima papeleta, dejando atrás el resto de actividades. Al finalizar, victoriosos, me di cuenta por primera vez de la importancia de perseguir un solo objetivo al tiempo, sin desfallecer en él.
Más tarde me encontraría con un poderoso proverbio chino: “Quien persigue dos conejos, pierde los dos conejos.”
Otro poder mágico en el liderazgo es rodearse de personas exquisitas profesionalmente, diversas y más capaces que uno. Así, el liderazgo se sigue formando por siempre con la experiencia sumada a la educación continua y la lectura.