Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

language COL arrow_drop_down

Por Jimmy Bedoya Ramírez - @CrJBedoya

El imaginario de la seguridad

La seguridad no es un muro más alto ni un algoritmo más sofisticado: es la posibilidad real de caminar sin miedo, de confiar en el otro y de vivir plenamente.

17 de abril de 2025
bookmark
  • El imaginario de la seguridad

Por Jimmy Bedoya Ramírez - @CrJBedoya

En Colombia, el miedo ha dejado de ser una reacción para convertirse en una forma de vida. No siempre tememos por lo que ocurre, sino por lo que imaginamos que podría pasar. Esa sensación difusa —que se alimenta del recuerdo, del rumor, del titular, del pasado violento— ha construido un imaginario colectivo en el que la seguridad se mide por el encierro, la desconfianza y el control, más que por la convivencia, la prevención y la justicia.

Uno de los aspectos más trágicos de esta visión es la institucionalización de ese miedo. Convertimos la desconfianza en estrategia, la reja en escudo, la fuerza en sinónimo de solución, y lo peor: lo aplaudimos. Porque si algo nos da tranquilidad en medio del caos, por ilusoria que sea, la damos por válida. Pero, ¿y si la tranquilidad que sentimos no fuera protección, sino resignación? ¿Y si las únicas paredes que erigimos son las que nos aíslan de la solución?

La desconexión entre percepción y realidad en materia de seguridad es alarmante: según el BID (2023), el 76% de los ciudadanos del país se sienten inseguros, una cifra muy por encima del promedio latinoamericano (51%). Como explicó Zygmunt Bauman, en Miedo líquido, las amenazas modernas son difusas e impredecibles, y nos lleva a aferrarnos a símbolos de control con más cámaras de vigilancia y más policías, aunque esenciales en las estrategias de seguridad porque generan una tranquilidad, esta resulta ilusoria al no ser acompañada de transformaciones efectivas sobre las causas del delito. Mientras seguimos invirtiendo en estas seguridades aparentes, descuidamos los verdaderos pilares de la seguridad: confianza institucional, justicia accesible y prevención social.

Y cuando ese miedo manda, manda mal. Es la paradoja de la seguridad reactiva: se invierte en lo que se ve, no en lo que renueva, como si curáramos la fiebre sin atender la infección. Así seguimos aplicando medidas urgentes a problemas que exigen profundidad, visión y transformación.

Las políticas públicas que operan bajo esta lógica terminan siendo prisioneras del rating, del titular de prensa, de la inmediatez, y ese cortoplacismo nos debilita. En lugar de construir entornos seguros, administramos el miedo, que fragmenta las instituciones y ahonda la desconfianza comunitaria.

Sin embargo, existe otra forma de hacer las cosas. Experiencias como la de Medellín, que apostó por el urbanismo social y el fortalecimiento de los programas de inclusión en lugar de solo el aumento del pie de fuerza momentánea, o como la de Japón, basada en normas cívicas y cohesión comunitaria, demuestran que la seguridad se construye con oportunidades, cultura y corresponsabilidad. En ambos casos el eje fue la prevención inteligente más allá del castigo. Así, el control se equilibra con educación, dignidad y legitimidad institucional.

Nuestro país requiere liderazgos sin fabricación de seguridades simbólicas para construir confianza real. Una política pública que escuche el miedo ciudadano, sin subordinarse a este y utilice la evidencia y no el pánico como brújula. La seguridad no es un muro más alto ni un algoritmo más sofisticado: es la posibilidad real de caminar sin miedo, de confiar en el otro y de vivir plenamente con mayor compromiso estatal y ciudadano.

Sigue leyendo

Por Jimmy Bedoya Ramírez - @CrJBedoya

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD