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Libertadora

hace 14 minutos
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Por Juliana Velásquez Rodríguez - opinion@elcolombiano.com.co

Desde Oslo, la voz de una nueva generación nos trajo un eco poderoso, casi un manifiesto. En palabras de su hija, María Corina Machado nos recordó que “la libertad no es algo que simplemente esperamos, sino algo en lo que nos convertimos. Es una decisión personal, deliberada, y la suma de esas decisiones forma el ethos cívico que debe renovarse día con día”. Esta frase, tan profunda como incómoda, nos obliga a repensar la libertad no como un estado de gracia o un derecho pasivo, sino como un ejercicio constante, una construcción activa del espíritu humano y cívico. Un honor diario a la posibilidad de elegir y a la responsabilidad de hacerse cargo.

María Corina Machado se ha convertido en un símbolo vivo de esa libertad. Su presencia resonando en el contexto de la entrega del prestigioso Premio Nobel de la Paz, generó una conversación que desborda las fronteras de Venezuela y sacude un mundo cada vez más polarizado y torpe. En un continente donde la palabra “libertad” a menudo se ha “gastado” en discursos políticos vacíos, releyendo a un Bolívar a conveniencia, la figura de María Corina le devuelve su valor humano y político. No hablamos de su libertad personal, sino de la de un pueblo entero que hoy deambula por el mundo, forzado a buscar oportunidades y futuro lejos de su hogar. Su lucha no es una épica individual, sino el grito contenido de millones.

Y es que la búsqueda de la libertad verdadera, lo sabemos, es siempre desafiante. Como ella misma ha expresado en diversas entrevistas, “la libertad verdadera, lo sé, no es cómoda. Exige valentía para enfrentar a quienes confunden poder con progreso, y egoísmo con destino”. Es profundamente disruptiva para quienes prefieren (o cuidan) el “yo” a un “nosotros” colectivo, para quienes la represión es más fácil que la conversación, y el empobrecimiento social es el costo de su control, en lugar del sueño compartido de progreso bajo los principios de la democracia liberal.

Pero esta no es solo la búsqueda de libertad de un pueblo. Y como mujer y mamá, pido permiso a los venezolanos para expresar que esta es una lucha que rebasa su territorio y que nos habla a todas las sociedades. Es la voz femenina que, al transmitir un legado de resistencia, lidera la lucha contra el populismo que nos promete soluciones mágicas mientras socava nuestras instituciones; contra la manipulación de la verdad que confunde y fragmenta; y contra el caos, finamente orquestado con ingeniería social, para erosionar y, en última instancia, aniquilar la democracia.

Esta historia que hoy resuena desde Oslo, aunque inconclusa para Venezuela, nos obliga a mirar hacia nuestro propio futuro. Me lleva a preguntar: ¿en nuestro 2026 seremos realmente libres para elegir? ¿Sabremos entender y sentir que lo que está en juego no es una ideología pasajera, sino un modo de vida, imperfecto, sí, pero rico en oportunidades, en debate, en pluralidad democrática? Porque, como nos enseña esta lucha, la libertad se conquista cada día, en la medida en que estemos dispuestos a luchar por ella. Debemos tener la convicción, como colombianos y aprendices de María Corina, que la libertad depende de nosotros. El futuro, también.

Por eso, mientras nos preparamos para un 2026 que será un año decisivo para nuestra democracia y nuestra elección, la figura de María Corina Machado es un faro. Ella, al encarnar esta lucha, ha logrado que la palabra “libertad” recobre su valor más profundo y trascendente. Y con ello, la pone en un sitio que tal vez no buscó, pero que ha asumido con inmenso honor y valentía: Libertadora.

*Presidenta ejecutiva Proantioquia

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