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La bonachona
estupidez de Asobancaria
Por Luis Guillermo Vélez Álvarez - opinion@elcolombiano.com.co
Muchos dirigentes gremiales, empresarios y no pocos periodistas son responsables del ascenso al poder de Petro y la extrema izquierda del Foro de Sao Paulo. Durante años, llevaron a sus eventos y entregaron alegremente sus micrófonos al hoy presidente y a muchos de sus aliados abierta o taimadamente hostiles a la libertad económica, la propiedad privada y el estado de derecho. Mostrando una increíble incapacidad de aprender, los dirigentes de Asobancaria dejaron desfilar en la 59ª convención impresentables personajes como el amoroso Gustavo Bolívar y el imputado Daniel Quintero, confesos epígonos de Petro.
Es de la esencia de una sociedad liberal y democrática la tolerancia y el respeto por las ideas de los demás. Dicho esto, surge el problema de qué hacer con los intolerantes, es decir, con aquellos que buscan valerse de las instituciones de la democracia y la libertad para acabar con ellas y con la tolerancia misma a la primera oportunidad.
Karl Popper recuerda la historia de una comunidad de la selva de India que despareció devorada a causa de su creencia de que la vida, incluida la de sus vecinos los tigres, era sagrada. Los tigres no pensaban lo mismo. El tolerante absoluto corre un riesgo similar de perecer: sobre el tolerante no puede recaer la obligación moral de tolerar al intolerante.
Este problema solo admite una solución pragmática. Es inevitable que en las sociedades liberales aparezcan grupos intolerantes: racistas, fascistas, comunistas, raelianos, socialistas siglo XXI, etc. A estos grupos y a todos los de la franja lunática, en una sociedad liberal, hay que otorgarles una especie de tolerancia condicionada, condicionada a que con sus acciones no atenten contra lo demás. Esa tolerancia condicionada significa también que no hay que facilitarles las cosas otorgándoles ventajas en política o medios materiales para la difusión de sus delirios. Hasta donde sea posible, hay que respetar la vida de los tigres y mantenerlos alejados de nuestras viviendas y propiedades. La democracia es un sistema extremadamente frágil. Para bien y para mal, en democracia vota todo mundo y el votante medio, que no suele ser muy ilustrado y perspicaz, es sensible a los más insólitos halagos. Esa falta de ilustración y perspicacia afecta también a personas con formación universitaria y destacadas en sus campos de actividad. Bertrand Russel era socialista. Schumpeter destacó que ese fenómeno pone en riesgo la supervivencia de la economía de libre mercado.
Bonachona estupidez llamó Popper a la disposición de muchas personas (intelectuales, periodistas, empresarios, curas y políticos), probablemente buenas en lo moral pero extremadamente débiles en lo intelectual, a ser complacientes y tolerantes con el discurso y la actividad de quienes, llegado el momento, no dudarán en colgarlos de un poste en nombre de la justicia social. Los empresarios y capitalistas no deben temer ser acusados de antidemocráticos e intolerantes si excluyen de sus eventos gremiales y de los medios de su propiedad o financiados con su pauta a sus enemigos declarados. Deberían aprender de la amarga experiencia que estamos padeciendo.