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Si no aprendemos de María Corina...

Tras el fraude electoral y el Nobel, los hipócritas y cínicos de la extrema izquierda dejaron ver su cara oscura de estalinistas trasnochados en el carrusel de la historia.

hace 4 horas
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  • Si no aprendemos de María Corina...

Por Melquisedec Torres - @Melquisedec70

Noruega, un país con economía capitalista y con un fuerte estado de bienestar financiado por altos impuestos, que la clasifica como una socialdemocracia, fue escenario esta semana de la mayor muestra de cinismo e hipocresía de la extrema izquierda hispanoamericana. La entrega del Nobel de Paz a la más valiente luchadora por la libertad y la democracia de Venezuela, María Corina Machado, reveló en toda su podredumbre la verdadera faz de los auto denominados “progresistas”, “pacifistas” y “social demócratas” que han gobernado a varios de los países de nuestro vecindario.

María Corina jamás ha usado las armas, nunca ha ejecutado actos violentos ni siquiera verbalmente, no ha promovido dictadores, no se ha aliado con criminales y no se han conocido denuncias de corrupción en su contra. Al contrario, el mundo la conoció - y la premia con el más alto galardón a la paz - gracias a su valentía, arrojo, pundonor y apego máximo a la democracia. Una y otra vez intentó ser candidata y la dictadura usó todos los recursos, incluyendo la violencia, para frenarla.

Cuando casi todos los poderes de Venezuela se inclinaban genuflexos, permitían ser humillados o se aliaban con el régimen chavista, ella en público se enfrentaba al entonces cuasi dios Hugo Chávez. Así la vimos en 2012 al confrontarlo luego de que Chávez describiera un país de fantasía; ella lo desenmascaró sin titubeos. El mandatario se burló, pero ella insistió en pedir una Venezuela de justicia y solidaridad.

En 2023, tras ser excluida ilegalmente del debate presidencial, pudo finalmente inscribir a un retirado y bonachón diplomático, Edmundo González como su candidato. No solo por la avanzada edad del hombre sino también porque quien representaba y representa la única oposición consistente es y era ella, se dedicó María Corina a recorrer el país a caballo, en moto, a pie y por los ríos, evadiendo los férreos controles del régimen o enfrentando a esos esbirros. Y luego, en una jugada maestra de estrategia, montó el más eficaz mecanismo de vigilancia de las elecciones para demostrarle al mundo – con actas contundentes – que la victoria de Edmundo y ella había sido incontrovertible y reconocida por todo aquel que, honestamente, se denomina demócrata. El dictador la declaró enemiga pública número 1; ella aguantó toda la persecución feroz, lo retó al salir en público, se salvó de un secuestro y soportó más de un año en la clandestinidad en su propio país.

Y de nuevo la jugada maestra: se escapó increíblemente de sus garras y llegó al frío Oslo a mostrarle otra vez al mundo los oprobios de esa dictadura.

Tras el fraude electoral y el Nobel, los hipócritas y cínicos de la extrema izquierda dejaron ver su cara oscura de estalinistas trasnochados en el carrusel de la historia. No soportan a quienes los desenmascaran, no admiten la democracia, solo la usan como mampara; se disfrazan de dignidad y paz, se visten de día de decencia y en la noche se arropan con abrigos siniestros y sacan sus cuchillos para hundirlos contra quien se les oponga. Y lo seguirán haciendo si somos tan estúpidos de no aprender de María Corina. Y si no emulamos su valentía y honor.

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