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Por Rubén Darío Barrientos G. - opinion@elcolombiano.com.co
Hace un año -en plena Semana Santa- los medios recogieron los ecos de un “chisme” de campanillas. Resulta que la senadora María Fernanda Cabal comentó que el presidente Gustavo Petro estaba usando gorra porque se había rapado, en virtud de que tenía que someterse a un ritual de santería y que, para el efecto, había viajado a Cuba. Y que tenía que estar sin pelo por tres meses. Ella manifestó que esa versión se la había entregado Roy Barreras, a la sazón Embajador de Colombia en Londres.
Barreras, desmintió esa especie y dijo que lo que decía la Cabal era un chisme mentiroso. Finalmente, no hubo evidencia de ese viaje a la isla. Algunos afirmaron que esa calvicie de Petro, estaba siendo combatida con un implante capilar y todo condujo a un procedimiento estético.
Miremos dos ejemplos de la vida cotidiana, para seguir adentrándonos en el asunto: a) Se arrima una persona a otra y le dice en voz baja: “Te tengo un chisme gordo”. Su interlocutora le replica: “Contame rápido”. Y se despacha la primera: “¡Va a renunciar el gerente de la empresa!” Y resulta que la noticia es real, aunque nadie la ha difundido. Es ni más ni menos, un chisme verdadero (mejor aún, estamos en presencia de una “chiva”) y b) Le increpa una persona a otra: “Luis Fernando, no me volvás a meter en chismes, dijiste que estaba donde el médico y yo estaba realmente comprando la torta para la fiesta del cumpleaños”. Aquí estamos en presencia de un chisme falso.
En correo electrónico que aún conservo (del 15 de abril de 2001), mi admirado amigo Gabriel Escobar G., más conocido por sus seudónimos de Abel Méndez y Sófocles para articular sus leídas columnas idiomáticas en El Colombiano y El Espectador, me entregó en esa ocasión su punto de vista: “Por la definición que trae el diccionario, del chisme no importa tanto su cualidad de historia verdadera o falsa, sino la intención de ella: Hacer daño”. Adicionalmente, fui al diccionario de la Real Academia de la Lengua, en pos de hallar el fundamento milimétrico del chisme, y me topé con que su primera acepción apunta a que es “una noticia verdadera o falsa”. No me supo a nada ese dato, lo confieso.
Una vez leí, palabras más palabras menos, que la murmuración es una actividad humana que consiste en hablar de alguien –tan bien como mal, aun cuando casi siempre de manera desfavorable- sin que la persona esté presente. Y eso es lo que se conoce como chisme o cotilleo.
*Lo cierto del caso es que las secciones de chismes de los medios impresos, son las más leídas (las llaman con eufemismo como “confidenciales”) y las de la televisión, las más vistas. Muchos novios terminan por un chisme, no faltan los que se dejan de hablar por enredos y chismes, y son muchos los que resultan emboñigados por cuestión de chismes.
Un empresario decía una vez que por la boca muere el pez y llamaba a cuidarse de divulgar informaciones restrictivas. Lo único cierto es que el chisme –que no parece tener sexo- es un antónimo de lo confidencial. Por el morbo de la noticia, la apetencia por su contenido deleita a chicos y grandes y seduce a jóvenes y viejos. E inocultablemente, hace vibrar a los que se les dan de más encopetados.