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Ucrania:
entre Trump y Putin
El espíritu volátil que caracteriza la presidencia de Donald Trump es la mejor explicación para entender el giro aparente que ha tenido respecto a la guerra en Ucrania. Ahora se le ve frustrado y decepcionado con Putin, ante la falta de avances en la negociación de paz: pretende usar los aranceles para presionarlo y promete enviar armas a Zelenski ¿Dónde está el truco?
Durante la visita del Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, a la Casa Blanca el pasado 14 de julio, Trump anunció que le daba un plazo de 50 días a Putin para aceptar un alto al fuego, de lo contrario, le impondrá aranceles del 100% a Rusia. También, tal vez cansado por no haber conseguido el prometido cese fulminante de la guerra, se comprometió a enviar más sistemas de defensa antiaérea y otro tipo de armamentos a Ucrania cuyo costo correrá a cargo de los socios europeos de la OTAN. Detrás habrá un buen negocio para Estados Unidos que los va a fabricar y se los factura a Europa.
El cambio de postura no deja de ser curioso, porque Trump lleva 10 años expresando su idolatría y admiración por Vladimir Putin. Basta recordar que su primera reacción a la invasión rusa de Ucrania en el 2022 fue decir que el líder ruso era un “tipo muy inteligente”. Y tiempo después acusó al presidente ucraniano de haber iniciado la guerra. Pero lo realmente grave es que hasta hace muy poco había cesado el envío de armamentos defensivos a Ucrania para mitigar el impacto del bombardeo diario a los civiles de ese país.
Se podría concluir que Trump se dio cuenta por fin de que Putin no hace más que darle largas mientras ataca sin piedad a Ucrania, especialmente desde el aire. Dijo “estar muy decepcionado con el presidente Putin”, a quien acusó de “hablar bonito” pero bombardear por la noche las ciudades ucranianas. Aparentemente está frustrado con esa actitud de su homólogo, pero no queda claro qué tanto, porque lo de darle 50 días para que recapacite no tiene ningún sentido mientras siguen muriendo civiles inocentes. Es como darle dos meses al ejército ruso para que siga atacando con drones y misiles y de esa forma gane nuevas posiciones sobre el terreno.
Respecto a los aranceles con los que amenaza si no se llega al acuerdo de paz, poco efecto deben tener en el Kremlin. Desde la invasión en el 2022, Moscú ya sufre las restricciones financieras impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea, con lo cual el comercio entre las dos potencias es prácticamente inexistente. Lo que sí puede funcionar es que Trump habló de aranceles secundarios para países que comercien con Rusia –caso de China y la India que le compran petróleo– y esa sí sería una forma de aislar a Putin que podría forzarlo a buscar una salida a la guerra.
Ucrania mientras tanto movió ficha proponiendo una tercera ronda de negociaciones en Estambul que se dio esta semana y al finalizar ya propuso una cuarta a la que asistiría Zelenski. Así ganan algo de tiempo para reforzar las deterioradas capacidades defensivas ucranianas dado que el país está en una situación desesperada por la falta de armamento y la escasez de soldados. La promesa de Trump de enviarle los tan ansiados sistemas de defensa Patriots es la gran esperanza de Zelenski. Sin embargo, su postura y la de Putin son tan irreconciliables que resultará difícil alcanzar algo más que acuerdos humanitarios o meramente técnicos.
Aunque Putin dice que va a analizar todas las amenazas y propuestas, no parece que tenga intención de parar la guerra hasta lograr sus objetivos. Su país ya está en una economía de guerra y sus niveles de producción de armamento se han incrementado notablemente. Trump pretende seguir con su estrategia de escalar para desescalar, pero no está claro si ha entendido que en este caso el contrincante es despiadado.
Dicho esto también es factible que el presidente estadounidense, cuya geopolítica es bastante singular, vuelva a mirar con afecto a Putin y el compromiso norteamericano con Ucrania se diluya de nuevo. El lunes pasado, en una reunión virtual del llamado Grupo de Contacto para hablar sobre la continuidad de la ayuda y las intenciones aliadas, llamó la atención que no asistió el secretario de defensa de Estados Unidos Pete Hegseth. En el mundo de la diplomacia internacional hay gestos que dicen mucho más que los discursos grandilocuentes.