A veces la historia de una enfermedad comienza mucho antes de que alguien pronuncie su nombre.
Lea también: Cuidados y cuidadores: recomendaciones para acompañar a las personas con alzhéimer
Imaginemos —solo como ejercicio narrativo— a una mujer de 58 años que sigue trabajando, manejando, leyendo y llevando una vida plena, sin sospechar que, en silencio, su cerebro ya empieza a acumular señales tempranas de un trastorno que no dará la cara, sino dentro de una década.
Ese escenario hipotético no describe un caso real, pero sí revela la dimensión de un descubrimiento científico que busca anticiparse a la pérdida de memoria antes de que se convierta en diagnóstico. Ese es el motor del avance recientemente presentado por investigadores de Mayo Clinic, quienes desarrollaron una herramienta capaz de estimar el riesgo de que una persona desarrolle deterioro cognitivo leve (DCL) o demencia asociada con la enfermedad de Alzheimer mucho antes de que aparezcan los primeros signos.
En el nuevo estudio, publicado en The Lancet Neurology, la posibilidad de predecir el futuro cognitivo con años de anticipación se sustenta en décadas de información proveniente del Estudio sobre el Envejecimiento de Mayo Clinic, uno de los proyectos poblacionales más completos del mundo en salud cerebral, en el que se demostró que las mujeres tienen un riesgo vitalicio más alto que los hombres de desarrollar demencia y DCL, una condición que marca la frontera entre el envejecimiento normal y el inicio del deterioro.
Además, quienes portan la variante genética APOE ε4 presentan una probabilidad aún mayor de enfrentar las alteraciones, lo cual es importante porque son precisamente ese tipo de diferencias individuales, que antes parecían demasiado imprecisas para convertirse en herramienta clínica, las que adquieren ahora un peso predictivo gracias a la integración de datos biológicos y de neuroimagen.
Una herramienta que combina genética, biomarcadores y trayectoria vital
La enfermedad de Alzheimer está marcada por la presencia de dos proteínas —amiloide y tau— que, al acumularse, alteran la arquitectura cerebral. En los últimos años, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) aprobó medicamentos capaces de eliminar la amiloide y ralentizar la evolución de la enfermedad en personas con DCL o demencia leve. Y eso abrió la puerta a una pregunta decisiva: ¿es posible identificar a quienes, incluso sin síntomas, podrían beneficiarse de una intervención temprana?
“Lo emocionante ahora es que estamos observando incluso más temprano — antes de que empiecen los síntomas — para ver si podemos predecir quién podría tener mayor riesgo de desarrollar problemas cognitivos en el futuro”, dice a EL COLOMBIANO Clifford Jack, Jr., M.D., radiólogo y autor principal del estudio.
El modelo desarrollado integra cuatro elementos: la edad, el sexo, el genotipo APOE y los niveles de amiloide en el cerebro detectados mediante tomografías por emisión de positrones (PET). Esta combinación permite calcular la probabilidad de que un individuo desarrolle DCL o demencia en los siguientes diez años o a lo largo de su vida. De todos los factores analizados, los niveles de amiloide fueron el predictor más influyente, una confirmación de su papel central en la historia natural del Alzheimer.
“Este tipo de estimación del riesgo podría, con el tiempo, ayudar a las personas y a sus médicos a decidir cuándo empezar un tratamiento o realizar cambios en el estilo de vida que puedan retrasar la aparición de los síntomas. Es similar a cómo los niveles de colesterol ayudan a predecir el riesgo de ataque cardíaco,“ dice el coautor Ronald Petersen, M.D., Ph.D., neurólogo y director del Estudio sobre el Envejecimiento de Mayo Clinic.
Ahora bien, el valor de esta herramienta radica en lo que puede pronosticar y en la calidad excepcional de los datos que la respaldan. El Estudio sobre el Envejecimiento, realizado en el condado de Olmsted (Minnesota), ha seguido a miles de residentes por décadas. El análisis reciente incluyó información de 5.858 participantes, incluidos aquellos que dejaron de asistir activamente al estudio pero cuyos registros médicos permitieron continuar el seguimiento.
“Esto nos proporciona una imagen excepcionalmente precisa de cómo el Alzheimer se desarrolla en la comunidad”, explica Terry Therneau, Ph.D., quien dirigió el análisis estadístico y es autor senior del estudio. “Descubrimos que la tasa de incidencia de demencia fue dos veces mayor entre las personas que abandonaron el estudio que entre las que siguieron participando”.
El énfasis en el deterioro cognitivo leve, etapa en la que actúan los medicamentos actualmente aprobados, resalta la ventana de oportunidad clínica que podría abrirse si la predicción logra trasladarse a la práctica médica. Aunque por ahora se trata de un instrumento de investigación, su potencial es amplio, y futuras versiones podrían incorporar biomarcadores sanguíneos, lo que reduciría costos y permitiría un acceso más equitativo a pruebas preventivas.
Cabe mencionar que el desarrollo de esta herramienta hace parte de una iniciativa mayor de Mayo Clinic llamada Precure, centrada en crear sistemas que permitan interceptar procesos biológicos antes de que se conviertan en enfermedades difíciles de tratar. El horizonte es claro, según resume el Dr. Petersen: “En última instancia, nuestro objetivo es brindar a las personas más tiempo — tiempo para planificar, para actuar y para vivir bien antes de que los problemas de memoria se establezcan”.