Un hallazgo que adelanta diagnósticos
La consciencia encubierta se documentó por primera vez con estudios de neuroimagen, cuando pacientes aparentemente inconscientes mostraron actividad cerebral al recibir órdenes verbales.
El problema es que estas pruebas son costosas y poco frecuentes, lo que deja la evaluación clínica en manos de observaciones visuales que pueden pasar por alto señales sutiles.
Con ese vacío, el equipo liderado por la neurocientífica computacional Sima Mofakham creó SeeMe, una herramienta de visión artificial que rastrea la cara con alta resolución para detectar micro-movimientos en respuesta a comandos auditivos.
En una cohorte de 37 pacientes con lesión cerebral aguda y 16 voluntarios sanos, SeeMe detectó apertura ocular 4,1 días antes que los médicos y en una proporción mayor de pacientes (30/36 frente a 25/36).
También identificó respuestas bucales en 16/17 casos con registros disponibles. La amplitud y la frecuencia de estos movimientos se correlacionaron con mejores pronósticos clínicos al alta. Un clasificador complementario mostró especificidad del 81% para la orden “abre los ojos”.
“Lo que descubrimos fue que los pacientes desarrollan movimientos pequeños antes de pasar a movimientos más evidentes”, explicó Mofakham a Scientific American, mientras que el neurólogo Jan Claassen, de la Universidad de Columbia, resaltó la relevancia clínica: “Cada día es potencialmente importante” para decidir entre tratamientos, cuidados paliativos o iniciar rehabilitación.
Implicaciones clínicas y éticas
Detectar consciencia días antes abre dos frentes. Primero, mejorar el pronóstico y la planificación de cuidados, pues quienes muestran microgestos más frecuentes tienden a recuperaciones más favorables.
Segundo, crear un canal de comunicación: los investigadores planean explorar respuestas binarias (“sí/no”) a través de gestos faciales, con implicaciones éticas para la participación del paciente en su propia atención.
El estudio, registrado en ClinicalTrials.gov (NCT06083441), advierte limitaciones: cohorte única, seguimiento máximo de seis meses y potencial confusión por sedación o dispositivos médicos. Aun así, muestra que herramientas accesibles en cabecera podrían complementar técnicas como EEG o fMRI y detectar a tiempo señales que de otro modo pasarían inadvertidas.
El siguiente paso es validar SeeMe en más hospitales y combinarlo con neuroimagen y EEG. El objetivo: confirmar si identificar micromovimientos faciales antes que los médicos puede cambiar el curso de la rehabilitación. En un terreno donde, como resume Claassen, la consciencia “es como una bombilla parpadeante”, la IA promete encender esa luz más pronto y con mayor certeza.