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Consumo de vapeadores en Antioquia está empezando a los 13 años: ¿servirán campañas y sanciones?

El consumo empieza cada vez a más temprana edad. Alcaldías, colegios y universidades lanzan una ofensiva con pedagogía y sanciones para enfrentar este negocio que está minando la salud.

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25 de agosto de 2025
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Como si fuera un rompecabezas, nuevos estudios e investigaciones han ido armando el rostro de los vapeadores y cigarrillos electrónicos, y su real impacto en la salud, a pesar del lobby de la industria que ha logrado, incluso, confundir a la opinión pública legitimándose, entre otras maneras, a través de varias ONG que a punta de maromas argumentativas y datos enrevesados han vendido la idea de que vapear es un hábito inofensivo o ajeno a daños devastadores de otro tipo de consumo como el del cigarrillo.

Pero la ciencia echa cada vez más por tierra esto. El uso de vapeadores en Colombia es alarmante. La Encuesta Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas estimó en 2019 que alrededor de 1,1 millones de colombianos había consumido vapeadores o cigarrillos electrónicos alguna vez.

Los posteriores datos en 2023 del Estudio Nacional de consumo de sustancias psicoactivas en población escolar corroboraron las preocupaciones y pusieron la lupa en la población joven. El 22,7 % de los escolares dijo haber consumido alguna vez vaporizadores o cigarrillos electrónicos y la prevalencia de consumo en el último mes para niños de 12 a 14 años fue del 8,3%.

Lea: Más del 40% de los estudiantes de Medellín ha consumido vapeador o cigarrillo electrónico

En ese panorama preocupante Antioquia salió mal librado, siendo el segundo departamento con la prevalencia más alta de consumo en los últimos 30 días entre población escolar (19,1%), solo superado por Caldas (22,1%).

El problema en el departamento no ha hecho más que empeorar. Los datos y conclusiones de la desaparecida Escuela Contra la Drogadicción, organizaciones de salud, clínicas y de universidades como la UdeA apuntan hacia el mismo sentido: la edad de inicio de consumo de cigarrillos electrónicos en población joven en Antioquia está descendiendo peligrosamente, ubicándose levemente por encima de los 13 años, mientras que en el país se ubica levemente encima de los 14 años.

Pero, además, el consumo parece estar diseminándose sin freno. En Medellín, el 40% de los estudiantes ha consumido cigarrillos electrónicos, según datos entregados este año por Secretaría de Salud.

También del Oriente antioqueño acaban de surgir datos inquietantes. Un estudio adelantado por la Unidad de Investigación de la Clínica Somer, junto con expertos de la UdeA y los Andes, encontró que en el municipio de Rionegro uno de cada dos adolescentes de bachillerato ha probado cigarrillos electrónicos, además el 13,7% reportó haberlos consumido en los últimos 30 días. La cifra en sí configura una alerta de atención urgente porque duplica el promedio nacional que, según el Dane, se ubica en 6,7%.

El estudio, además, es un nuevo insumo para desestimar la supuesta utilidad de vapeadores en el llamado enfoque de reducción del daño, lo que defienden aliados de la industria (principalmente conformada por tabacaleras) al señalar que el consumo de estos elementos funge como sustituto “menos dañino” de sustancias como el cigarrillo, alcohol y psicoactivos. Al contrario, el estudio deja claro que existe una estrecha relación entre el uso de cigarrillos electrónicos y el consumo de alcohol, cigarrillos convencionales y otras sustancias psicoactivas, y que esa puerta de entrada está empezando en promedio a los 13,8 años con el consumo de cigarrillos electrónicos. Hay que decir que los factores asociados al consumo por parte de jóvenes que se han descrito en los últimos años: facilidad de acceso, permisividad en entornos educativos y familiares, aceptación social no parecen tener alguna particularidad especial en Rionegro, lo que permitiría sugerir que estos resultados serían replicables en el plano departamental.

Infográfico
Consumo de vapeadores en Antioquia está empezando a los 13 años: ¿servirán campañas y sanciones?

Aunque las cifras son necesarias para darle dimensión a la problemática, lo más esclarecedor en este tema son los hallazgos médicos, los que están entregando la evidencia clínica por la cantidad de casos a los que se han enfrentado en los últimos años.

Según la doctora Paula Andrea Castaño Arias, médica toxicóloga del Hospital Alma Máter, está desvirtuado que los vapeadores no generan dependencia.

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La docente de las facultades de Medicina y Ciencias Farmacéuticas y Alimentarias de la UdeA señaló que tuvo una paciente que reconoció que cuando se iba a trabajar y se olvidaba en casa el vapeador sentía palpitaciones, dolor en el pecho y problemas para respirar, a tal punto que tenía que enviar a alguien a que lo recogiera porque no aguantaba la necesidad de vapear.

Entre otras razones, el excesivo consumo que se torna en dependencia, tiene que ver con la falsa creencia de que al estar libre de THC — tetrahidrocannabinol — o de nicotina (o tenerlos en bajas concentraciones) entonces el usuario queda exento de adicción. No obstante, los consumidores no solo no están exentos de adicciones sino que están propensos a adquirir dependencia a las sustancias que estaban evitando a punta de vapeador.

Según Jorge Guillermo Soto Vega, especialista en psiquiatría infantil y docente de la Facultad de Medicina de la UdeA, el uso constante de vapeadores, ya sea por aceptación social o por la comodidad que ofrece a los consumidores (no dejar olor en la ropa o piel, por ejemplo), aumenta el consumo, lo que revierte el hecho de que tengan menos concentraciones de nicotina que un cigarrillo. Pero, adicional a esto – explica el experto – ya hay estudios que indican que el uso del vapeador aumenta la probabilidad, hasta seis veces más, de consumir cigarrillo. Además, existe un mayor riesgo de consumo de alcohol, marihuana, anfetaminas y 2CB en usuarios de vapeador.

Y el caso de la paciente de la doctora Castaño no es anecdótico en absoluto. Soto Vega recalcó que rápidamente se acumula evidencia de que tener trastornos psiquiátricos como depresión, ansiedad, trastorno por déficit de atención e hiperactividad, trastornos de la alimentación, o de la conducta, puede predisponer al uso de vapeador tanto por el mal control de impulsos, propio de estos diagnósticos, como por la búsqueda de automedicación para intentar calmar la sintomatología que padecen por estos trastornos.

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Y si se trata de un cerebro joven, todo es aun más complejo. El docente de la UdeA y toxicólogo del Laboratorio Integrado de Medicina Especializada —Lime—, recordó que el consumo de cualquier sustancia en la adolescencia tiene un alto potencial adictivo, debido a que a esa edad se están formando las conexiones cerebrales, sobre todo en el área frontal, encargada del control de impulsos, la racionalidad y la capacidad de proyección.

Las señales de alarma para buscar atención médica rápidamente, según el docente Soto Vega, es que el vapeador se esté usando para controlar la ansiedad, el estrés, el insomnio o el apetito; o si la necesidad de consumir es tal que no le importa hacerlo en lugares donde hay una manifiesta prohibición; o si después de consumir tiene algún tipo de alteración en las emociones.

En Antioquia se han revisado casos de pacientes consumidores frecuentes de vapeadores que arrojaron diagnósticos como enfermedades pulmonares obstructivas (EPOC). También de usuarios habituales desde la adolescencia de este tipo de sustancias, con patologías graves en dientes y encías. En estos pacientes se han encontrado sustancias como formaldehído, acroleína y diacetilo, todas estas presentes en cigarrillos electrónicos y vapeadores.

Sin embargo, todavía es largo el camino para determinar con mayor certeza la responsabilidad de este tipo de sustancias en el deterioro de la salud y en muertes.

El abordaje clínico en Colombia de la lesión pulmonar asociada al uso de cigarrillos electrónicos o vapeo – Evali – es relativamente corto. Antioquia ha liderado varios de esos primeros análisis a partir de reportes de casos, pero la documentación apenas viene acumulándose desde 2022, tres años después de que se identificara por primera vez por parte del Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC).

La Evali es una condición que describe la sintomatología propia de neumonías y daño alveolar en pacientes a quienes después de realizarles lavado broncoalveolar les han encontrado tetrahidrocannabinol, aceites cannabinoides, acetato de vitamina E, aceite de coco y nicotina.

La primera vez que se habló en Colombia directamente de muertes por causa de vapeadores fue en 2023, luego de que la revista científica Jornal Brasileiro de Pneumologia, publicara un estudio que se apoyó en datos de la Encuesta Nacional sobre Consumo de Sustancias Psicoactivas (ENCSP) de 2019 y del Sistema de Información de Prestaciones de Salud (RIPS) de 2020 a 2022.

El estudio terminó envuelto en un debate por su metodología y sobre qué tan acertado era hablar directamente de muertes por uso de vapeadores, en lugar de abordarlo como patologías atribuibles al consumo de estas sustancias, para mayor rigor epidemiológico.

Pero entre los expertos en salud pública hubo consenso en que el núcleo del estudio es determinante para entender mejor a qué tipo de problema se enfrenta el país respecto al uso masivo de vapeadores y cigarrillos electrónicos. Y, nuevamente, Antioquia salió mal librado.

El análisis de 245 casos de enfermedades asociadas al uso de cigarrillo electrónico o vapeador encontró que el 85% eran pacientes mayores de 45 años. Entre estos, el 63% residía en Antioquia, seguido de lejos por Boyacá (29%). De las 59 muertes que el estudio asoció al consumo de vapeadores, 40 ocurrieron en Antioquia.

El estudio también planteaba desde entonces el riesgo de que este tipo de productos se hicieran cada vez más baratos y llegar a población de menores ingresos, y en consecuencia con más barreras de acceso a servicios de prevención y tratamientos.

Los hechos sugieren que esto fue lo que terminó ocurriendo. En Medellín, por ejemplo, es usual encontrar vapeadores en tiendas y supermercados de barrio hasta por $25.000. Dispositivos desechables que es frecuente ver en manos de estudiantes de instituciones educativas públicas.

La otra conclusión preocupante es que el promedio de edad para la aparición de los síntomas atribuibles al consumo frecuente y sostenido de vapeadores aparecieron en estos casos a partir de los 35 años. Eso significa, en términos simples, una carga de enfermedades transmisibles altísima e insostenible para el sistema de salud.

Infográfico
Consumo de vapeadores en Antioquia está empezando a los 13 años: ¿servirán campañas y sanciones?

Colombia aprobó en mayo de 2024 la Ley 2354, que regula el vapeo en Colombia. Entre otros aspectos, prohíbe la publicidad, promoción y patrocinio de estos productos, así como la comercialización a menores de edad e impone condiciones a su consumo en espacios públicos.

No obstante, la ley apenas entró en vigor en mayo pasado, y según varias organizaciones como Red PaPaz, la implementación todavía asoma lenta y cargada de problemas en el camino.

Por ejemplo, el Ministerio de Salud debería tener listas una estrategia y campaña nacional con enfoque en población estudiantil para hacer pedagogía respecto a los daños a la salud causados por vapeadores y cigarrillos electrónicos. Pero no ha entregado avances concretos.

A nivel local, ciudades y municipios intentan avanzar. En julio pasado, Medellín presentó el Plan Distrital para el Fortalecimiento de las Políticas de Control del Tabaco y los Aerosoles, una estrategia integral para garantizar espacios 100% libres de humo, con énfasis en colegios, universidades y espacios de formación.

Básicamente, lo que se busca es contrarrestar el mensaje con el que por años logró ganar terreno entre niños y jóvenes la industria. Hábilmente, la industria volcó su público objetivo, de consumidores de cigarrillo, a niños y jóvenes que no tenían ningún tipo de consumo y a los que les “vendieron” la idea de que vapear era propia de gente cool, sofisticada, socialmente exitosa, popular. En TikTok incluso es posible encontrar miles de videos de personas con prendas colegiales incitando directamente el consumo entre estudiantes niños y adolescentes.

Lo que buscan ahora las administraciones locales y las instituciones educativas, desde los colegios en los municipios hasta las grandes universidades, es lograr el equilibrio entre el mensaje efectivo y disuasivo y las medidas sancionatorias.

Eafit, por ejemplo, anunció que el grueso del campus quedaría libre de humo, salvo cuatro zonas aptas para vapeadores. En aulas, laboratorios y el resto de las instalaciones se prohibió definitivamente, en medio de campañas pedagógicas como también lo han hecho la UdeA y la Universidad de Medellín, por citar algunas.

En cuanto a las acciones generales de municipios, La Estrella se convirtió en noviembre de 2024 en el primer municipio en el país en prohibir por decreto el consumo de estos elementos en espacios educativos y públicos.

También está próxima a cumplir un año la resolución de la alcaldía de El Retiro con la que estableció sanciones a establecimientos comerciales que sean hallados vendiéndole vapeadores a menores de edad. Las multas se extienden a padres de familia, decisión similar tomó este año La Ceja, agregando que los menores hallados portando estos artefactos podrían ser llevados al ICBF para posible restablecimiento de derechos.

Los expertos de la UdeA señalaron que ante la eficaz estrategia de marketing de la industria, es fundamental entender que no será ni con alarma ni con medidas que apelen al miedo que se va a lograr contrarrestar sus efectos en la población joven.

La pedagogía asertiva y la creatividad para divulgar la evidencia científica serán la clave para frenar la amenaza de esos humos que se han enquistado en la población, sobre todo en jóvenes, vendiéndose como inofensivos mientras consumen el cuerpo y la mente.

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