Recuerdo la madrugada del 25 de mayo de 2012. En las noticias hablaban del hallazgo de una mujer gravemente herida y abusada sexualmente en pleno Parque Nacional de Bogotá. Decían que la habían encontrado casi sin vida, abandonada, con señales de una violencia atroz. Su nombre era Rosa Elvira Cely.
Su asesinato sacudió al país y marcó un antes y un después en la forma en que Colombia comprendía los crímenes contra las mujeres. Fue su muerte la que abrió el contador de feminicidios en el país. ¿La razón? Hasta entonces, el feminicidio no existía como delito autónomo en el Código Penal.
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A Rosa Elvira la asesinó un conocido. Fue abusada sexualmente, torturada y empalada. Su agresor la creyó muerta y la dejó allí, desangrándose lentamente. Murió días después, en un hospital.
Hoy, el tablero mortal que contabiliza las muertes violentas de mujeres en Colombia marca 126 feminicidios en lo que va del año. Y cada número, como el de Rosa Elvira, tiene un nombre y una familia que llora su ausencia.
Después de Rosa Elvira vinieron cientos más. Algunas ocuparon titulares por unos días; otras pasaron casi en silencio, apenas mencionadas en una línea de la sección judicial. La mayoría había denunciado antes. Muchas fueron asesinadas frente a sus hijos. Algunas, incluso, murieron bajo medidas de “protección”.
Mientras tanto, las autoridades siguen buscando culpables en la ropa, en la hora, en el lugar donde estaban. Las preguntas casi siempre se dirigen a las víctimas: ¿por qué no se fueron antes?; ¿por qué no lo denunciaron otra vez?, ¿por qué no se separaron a tiempo? Como si la carga de sobrevivir, huir o predecir la violencia ya no fuera suficiente.
Un estudio reciente del Observatorio de Feminicidios en Colombia reveló que, este año, la mayoría de las víctimas tenían entre 30 y 34 años. De las 126 muertes violentas registradas hasta ahora, siete ocurrieron en Antioquia, el departamento con más casos. Le siguen Bogotá, Santander, Cundinamarca, Huila, La Guajira, entre otros. Los números avanzan.
En general, el contexto para las mujeres en Colombia no es el más garantista. El 2024 fue letal: ocurrieron 815 feminicidios. Una situación que tiene en alerta a las autoridades, con acciones que parecen más ineficientes que soluciones reales. El año anterior, los departamentos donde más se cometió este delito fueron: Antioquia con 119 feminicidios; seguido de Bogotá con 77; Atlántico, 74; Valle del Cauca, 67; y Cauca, 53; entre otros.
Estas muertes son una consecuencia directa de la violencia sistémica contra las mujeres, de denuncias apiladas y de la trillada problemática por congestión judicial. Un cóctel fulminante para mujeres en situación vulnerable, donde el abuso, en la mayoría de los casos, se volvió rutina.
El ambiente de indignación que se respira hoy en Colombia no es infundado. Casos recientes como el de Sara Millerey, una mujer trans asesinada brutalmente en Bello, Antioquia, han reavivado el dolor y la furia de una ciudadanía que ya no soporta más muertes silenciadas. Según el Observatorio de Feminicidios, además de las 126 víctimas fatales registradas este año, hay al menos 79 intentos de feminicidio en distintos puntos del país. Las cifras no dejan espacio para la indiferencia. Por eso, cada vez más voces se alzan para exigir eficiencia y respuestas reales.
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Hace poco, la defensora del Pueblo, Iris Marín, alertó que la violencia contra las mujeres en Colombia es una amenaza constante, un “monstruo de varias cabezas” que se manifiesta en múltiples formas dentro de la sociedad. María Vega, directora de la fundación Justicia para Todas, fue aún más contundente: “El feminicidio es una forma de desprecio absoluto por la vida de las mujeres. La mayoría de estos crímenes los comete la pareja o expareja, pero no podemos limitarlo solo a eso. El feminicidio ocurre cuando alguien asesina a una mujer por el hecho de ser mujer”.
Vega también recordó que, conforme a la Ley Rosa Elvira Cely y la Directiva 004 de la Fiscalía, toda muerte violenta de una mujer debe ser investigada bajo la hipótesis de feminicidio. Y justamente esa será la nueva directriz. La fiscal general de la Nación, Luz Adriana Camargo, anunció recientemente ante la Comisión Legal para la Equidad de la Mujer que todas las investigaciones por muertes violentas de mujeres en el país partirán de la presunción de feminicidio, incluso cuando no existan indicios inmediatos. “La investigación será por feminicidio, independientemente de que no se tenga indicio”, enfatizó.
Recuerdo a Rosa Elvira. Su muerte, hoy emblemática, tan cruel y desgarradora, abrió un camino hacia la justicia. Aunque, paradójicamente, en su caso esa justicia brilló por su ausencia. Cuando su verdugo —disfrazado de amigo— la atacó, tenía una orden de captura vigente por abusar sexualmente de sus dos hijastras... y aun así andaba libre. Había pagado una condena por violencia sexual contra otra mujer y tenía al menos dos denuncias más en la Fiscalía por agresiones a trabajadoras sexuales. A pesar de todo eso, caminaba sin restricciones, acechando mujeres inocentes como Rosa Elvira.
Ella murió sola, creyendo tal vez que alguien llegaría a salvarla. Hoy, más de una década después, la deuda con ella —y con cientos de víctimas— sigue vigente. Porque no basta con tipificar el feminicidio. Hace falta que la ley se cumpla. Pero aquí estamos, contando otra vez. Ya son 126 este 2025.