“Se podría pensar en que no hubiera consulta, en que no hubiera ‘decretazo’, como ustedes lo han llamado. Eso es lo que espera el país, pero para eso se necesitan dos partes y esta parte, que es el Gobierno, está lista”, declaró Benedetti, quien lo condicionó a acuerdos como el pago del 100 % de los festivos y el pago de recargos después de las 6:00 de la tarde.
Otro de los inamovibles, según Benedetti, sería que los estudiantes del Sena accedan a un contrato de aprendizaje en el que quedaría formalizada una relación laboral especial, regida por el Código Sustantivo del Trabajo.
La amenaza frente a una consulta por decreto que podría convocar este mismo miércoles desde Cali el presidente Gustavo Petro es tal que los ponentes de la reforma, en búsqueda del mentado acuerdo, decidieron sostener una reunión para evaluar las condiciones. Lo anterior, obligó a decretar un receso en la plenaria del Senado.
“El presidente, hasta ahora, tiene la decisión de hacerlo (expedir el decreto), pero estamos buscando que el Senado apruebe lo que viene de la Cámara, que no es de propiamente del Gobierno, sino de un consenso para que haya reforma laboral y derechos laborales para los trabajadores”, agregó Benedetti.
Con todo, el ministro del Interior no descartó que primero se expida el decreto y, en caso de que haya acuerdos, se derogue. “Supongamos que se firme el decreto. En caso de que el Senado apruebe la reforma laboral, se deroga el decreto”, dijo.
Benedetti insistió en que arriba a la plenaria con las facultades para buscar un acuerdo interpartidista para destrabar la reforma “para que se trate de aprobar el mayor número de artículos que vienen de Cámara”. Sin embargo, reclamó que “nunca” han visto buena voluntad del Senado. “Lo único que queremos es que haya garantías”.
Justamente, la expectativa está centrada en si –pese al enrarecido ambiente político–, el jefe de Estado concretará sus amenazas y convocará vía decreto la consulta que le negó el Senado. Ya el documento está listo con la firma de todos sus ministros y solo basta que el mandatario estampe su rúbrica, lo que podría caldear aun más los ánimos entre dirigentes, clase política y otras ramas del poder.