Bajo la mirada solemne de La República, el fresco monumental que Pedro Nel Gómez pintó en 1938 en la Sala del Concejo del Museo de Antioquia, treinta personas se movían en silencio. No eran bailarines profesionales sino ciudadanos desconocidos entre sí, convocados por el Colegio del Cuerpo, que aceptaron la invitación de Álvaro Restrepo a “honrar a la Vida” con el movimiento.
“El contacto físico es algo sagrado”, decía el maestro mientras guiaba a los asistentes a tocar hombros, brazos y manos de quienes tenían al lado, en un gesto de confianza que contrastaba con la solemnidad política del mural. Allí, donde Bolívar, Santander y Nariño aparecen como símbolos de la nación, los cuerpos mostraban que “podemos trabajar todos con todos, porque no tenemos miedo al contacto físico”.
La jornada abrió la visita que esa corporación artística, fundada en Cartagena, realiza esta semana en Medellín. Tras el taller del martes, la agenda continúa este miércoles con Performancias de danza en distintos espacios del museo y la Plaza Botero, programadas entre 11:00 a.m. y 4:30 p.m. El jueves, a las 8:00 p.m., el colectivo cerrará su paso por la ciudad con el estreno mundial de la Suite Akhunov en el Teatro Pablo Tobón Uribe, obra que Restrepo describe como “una meditación sobre el poder sanador y resiliente del arte”.
*El museo como escenario vivo
Para el Museo de Antioquia, abrir sus salas a propuestas como esta es una extensión de su misión cultural. “El museo ha estado reflexionando extensamente sobre esa relación del arte, la cultura y el espacio público”, explicó su directora, María del Rosario Escobar, en entrevista con EL COLOMBIANO.
Recordó que el programa Vive la Plaza, activo desde 2014, busca tender puentes entre lo institucional y lo ciudadano: “Sentimos que hay una unión indivisible entre el museo y la plaza, y que la plaza es una extensión del museo”, e insistió en que experiencias como la del Colegio del Cuerpo son un mensaje a la ciudad sobre la necesidad de proteger y revitalizar sus espacios más representativos.
Desde Cartagena, donde nació el proyecto en 1997, el Colegio ha defendido la danza como herramienta de paz y transformación social. Para su cofundadora, Marie France Delieuvin, presentarse en Medellín tiene un sentido especial. “Venir a Medellín desde una ciudad como Cartagena es casi como ir a otro país (...) Entrar en un museo es mezclar lenguajes, dar a la danza un reconocimiento de arte mayor, en contacto con la arquitectura, la pintura y otras sensibilidades”, comentó.
Delieuvin insistió en que el cuerpo no es solo un medio de expresión artística, sino un territorio político y pedagógico. “Trabajar sobre el cuerpo es trabajar sobre la vida. Es un acto político al inicio, porque cada uno debe tener la autonomía de decidir cuál es su vida y su posición”.
“Respeto, dignidad y cuidado son valores que, al vivirse en el estudio, se proyectan hacia afuera como comportamientos de convivencia”. Esa visión conecta con la esencia del Colegio: unir disciplina y sensibilidad para construir ciudadanía desde la experiencia corporal.
Voces de los asistentes al taller confirman esa visión. “Fue una experiencia liberadora, donde reconoces tu propio cuerpo y, a la vez, trabajas en colectivo”, dijo Gina Lopera, artista plástica y docente. Para Andrea Montoya, integrante del colectivo El Cuerpo Habla, el encuentro permitió “construir confianza propia y con el otro; es una provocación a sentir y a transformar”. Ambas coincidieron en que estos espacios son “una apuesta por la paz en una ciudad donde la violencia aún marca los territorios” y valoraron la presencia de artistas cartageneros como una oportunidad para abrir preguntas nuevas sobre el arte y la ciudad.
Restrepo, con voz pausada y gestos intensos, recalcó que la danza no puede reducirse a espectáculo. “Disciplina y felicidad. Podemos sentirnos muy bien, pero es un trabajo profundamente serio, de trascendencia”, explicó frente a los asistentes.
Para él, la exigencia profesional es una condición necesaria para que el arte tenga impacto social: “No creemos en la calidad como paternalismo. Entre más bajo sea el nivel de conocimiento de las personas, más alto debe ser el nivel de la exigencia (...) Si esto fuera en los colegios con lo que se comienza todos los días, otra cosa sería”.
*Una obra que clama por la paz
El cierre de la visita será la Suite Akhunov, inspirada en dos composiciones del músico ruso Sergei Akhunov. La primera parte, Ll(oración), es una coreografía de Delieuvin a partir del Adagio de Plegaria por la Paz, que Restrepo definió como “una suerte de llanto/oración por la paz”. La segunda, Laguna, reúne quince miniaturas para violín y piano basadas en los collages de Henri Matisse, interpretadas por los bailarines de la Compañía Cuerpo de Indias junto a músicos de Medellín. “Es una meditación sobre el poder sanador y resiliente del arte, en medio de las vicisitudes de nuestras vidas”, explicó Restrepo.
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El fin de esta agenda cultural es que el carácter efímero de la danza encuentre un ancla en la memoria colectiva. Bajo el mural de Pedro Nel Gómez, cuerpos contemporáneos ensayaron confianza y respeto, recordando que lo esencial es “lanzar semillas al viento”, como dijo la directora del museo. Experiencias que desde lo íntimo abran caminos hacia la paz.