En Medellín llovía, pero el corazón del Atanasio Girardot ardía. Atlético Nacional tenía que ganar para seguir dependiendo de sí mismo en la Copa Libertadores, y lo hizo con el alma. Fue una noche que recordó las gestas históricas del verde paisa, una de esas veladas en las que la tribuna y el equipo se funden en una sola fuerza. Bajo el diluvio y con el empuje de una hinchada incansable, Nacional venció 3-1 a Internacional de Porto Alegre y se metió de nuevo en la pelea por los octavos de final.
El guion lo empezó a escribir Kevin Viveros, el delantero que pide pista a punta de garra y goles. Fue él quien, tras un centro quirúrgico de Camilo Cándido, se giró dentro del área y sacó un remate que dejó sin opciones al arquero brasileño. El 1-0 no solo encendió el estadio; también era el justo premio para un equipo que había salido con iniciativa, con intensidad y que tenía en Marino Hinestroza a su faro ofensivo.
Hinestroza volvió al once titular y volvió con todo su show: gambeta eléctrica, velocidad sin tregua y ese desequilibrio que tanto extrañaba la banda izquierda de Nacional. El joven extremo fue un dolor de cabeza para la defensa del Inter, que en muchos pasajes del partido solo pudo mirarlo pasar.
Pero como en toda noche copera, el sufrimiento también tocó la puerta. En el segundo tiempo, Internacional adelantó líneas, se sacudió del dominio local y empezó a amenazar con el empate. Fue entonces cuando apareció el otro nombre que marcó la noche: David Ospina. El capitán verdolaga se vistió de héroe con atajadas salvadoras que mantuvieron a flote al equipo en los momentos de agobio.
Y cuando más lo necesitaba Nacional, volvió a aparecer la magia de Hinestroza. Minuto 55: arrancó desde el mediocampo, dejó rivales en el camino como si estuviera en el potrero y sirvió un pase al vacío para Billy Arce, que definió con serenidad para el 2-0. El estadio estalló. Fue un gol que dio oxígeno, que alivió tensiones, pero que no cerró el partido.
Porque el fútbol siempre guarda una prueba más. Camilo Cándido cometió una falta en el área que, tras revisión del VAR, fue sancionada como penalti. Alan Patrick cobró y puso el 2-1, lo que trajo de vuelta el nudo en la garganta a la tribuna. A partir de ahí, cada minuto fue una batalla. El Inter se vino encima, Nacional resistía, la lluvia no cesaba y el reloj parecía detenido.
Hasta que en el último suspiro, cuando el estadio ya contaba los segundos para celebrar, apareció de nuevo Kevin Viveros. Todo el esfuerzo, toda la lucha, toda la entrega del delantero fue recompensada con un gol de contragolpe que sentenció el partido. El 3-1 cayó como un rayo de esperanza: el verde sigue con vida, se ubica segundo del grupo con seis puntos y ahora depende de sí mismo. El próximo reto es ante Bahía, líder con siete, y si lo vence, se adueñará de la cima.
La noche tuvo ese aura especial que solo tienen los grandes partidos de Copa Libertadores. Fútbol, garra, momentos de tensión y un final eufórico. Nacional volvió a ser ese equipo copero, empujado por una hinchada que, pese a la lluvia, no dejó de alentar ni un solo minuto. Fue el jugador número 12, ese que vibra en las gradas y contagia en la cancha. Fue una noche en la que el Atanasio rugió, y el continente volvió a recordar de qué está hecho el verde de la montaña.
Reviva aquí el minuto a minuto de este partido:
