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Curazao: la isla donde el mar enseña a ir más despacio

A una hora y cuarenta minutos en avión desde Medellín, sin huracanes, sin rascacielos y con playas de azul infinito, Curazao conserva un equilibrio que ya casi no existe y se ha convertido en uno de los refugios más tranquilos del agitado Caribe.

  • Planes, arquitectura y un mar de muchos colores, así es Curazao, destino turístico del Caribe. FOTOS Cortesía
    Planes, arquitectura y un mar de muchos colores, así es Curazao, destino turístico del Caribe. FOTOS Cortesía
  • El centro histórico, Patrimonio de la Humanidad desde 1997, conserva su encanto holandés. FOTO cortesía
    El centro histórico, Patrimonio de la Humanidad desde 1997, conserva su encanto holandés. FOTO cortesía
  • El azul de Grote Knip, uno de los más intensos del Caribe. FOTO Cortesía
    El azul de Grote Knip, uno de los más intensos del Caribe. FOTO Cortesía
  • Una gastronomía muy variada la curazoleña. FOTO Cortesía
    Una gastronomía muy variada la curazoleña. FOTO Cortesía
Luz María Sierra

Directora de EL COLOMBIANO.

hace 3 horas
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Curazao no parece un destino: parece una pausa. Es de aquellos lugares que no necesitan hacer ruido para hacerse notar. Desde el aire, la isla se ve como un garabato dibujado con bordes turquesa en medio del azul Caribe infinito. Y está tan cerca –a solo una hora y cuarenta minutos de vuelo desde Medellín– que uno se pregunta por qué no habíamos ido antes.

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Queda más cerca que San Andrés o que Miami, el tiempo corre a otro ritmo, no hay rascacielos, no hay multitudes ni tampoco huracanes. En sus 64 kilómetros de largo -que se pueden recorrer en 50 minutos en carro o en 80 minutos en cuatrimoto-, se respira una serenidad que en este mundo es sin duda un valioso tesoro.

Apenas el avión toca tierra, se siente algo que en el Caribe es raro: calma. Curazao está fuera de “la ruta de los huracanes”, y sería mágico pensar que quizás por eso la vida aquí se mueve con un ritmo más amable. El viento sopla sin exagerar, el mar poco se altera y el sol, aunque ardiente, está hecho a la medida de los días sin prisa.

Tiene solo 150.000 habitantes pero en un año recibe diez veces más de turistas –1,57 millones– que llegan por aire o en cruceros, procedentes principalmente de los Países Bajos, Estados Unidos y Colombia. País de beisbolistas, pero por estos días están haciendo fuerza para que su selección clasifique por primera vez al mundial de fútbol de 2026: este martes es el último partido de la eliminatoria, y si le gana o empata a Jamaica clasifica directo a la Copa Mundo y se convertirá en el país más pequeño en población y en superficie en alcanzar ese logro.

El centro histórico, Patrimonio de la Humanidad desde 1997, conserva su encanto holandés. FOTO cortesía
El centro histórico, Patrimonio de la Humanidad desde 1997, conserva su encanto holandés. FOTO cortesía

En Curazao no hay edificios altos. Las casas son bajas, de techos rojos y paredes en tonos pasteles que parecen recién pintadas. La más famosa postal es la de Willemstad, la capital, donde las fachadas coloniales de colores pasteles suelen dejar su reflejo sobre el espejo de agua del puerto como si fuera una acuarela.

La leyenda cuenta que en 1817, el entonces gobernador de la isla, Albert Kikkert, ordenó pintar las casas de colores pasteles porque, según él, los reflejos del sol caribeño sobre las paredes blancas de los edificios le producían dolores de cabeza. Los nativos le han añadido una nota al pie de página con picardía: cuentan que luego de que murió el gobernador se supo que era uno de los dueños de la fábrica de pinturas.

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Tal vez gracias a ello, el centro colonial de Willemstad es uno de los seis lugares del Caribe declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El edificio más popular es una enorme casa de color amarillo, con tejas rojas, construido en 1708. Y al frente, otro de los íconos de la isla: el único puente flotante de madera del mundo que data de 1888.

El mar de todos los azules

El azul de Grote Knip, uno de los más intensos del Caribe. FOTO Cortesía
El azul de Grote Knip, uno de los más intensos del Caribe. FOTO Cortesía

El mar de Curazao tiene tantos matices que uno se queda sin nombres: azul aguamarina en la orilla, azul zafiro mar adentro, azul puro cuando cae la tarde. En total son 34 playas diferentes las que se pueden disfrutar. En algunas como Grote Knip o Cas Abao la arena es blanca y fina y el agua es tan clara que se pueden ver los peces sin necesidad de gafas.

Otras playas tienen en vez de arena piedras que de todas maneras no las hacen difíciles de caminar pero le dan otro color al agua y al fondo del mar. En Tugboat Beach basta con ponerse el vestido de baño y mirar hacia abajo: se encuentran decenas de peces de todos los colores y tamaños, y los corales están ahí, vivos, intactos, a unos metros de la costa.

Palabras y sabores de varios mundos

Mientras se camina por el puente flotante de la bahía de Santa Ana –el famoso Puente de la Reina Emma– cada sentido identifica el paso de tantas culturas que se cruzaron aquí. Curazao fue española, holandesa y africana: fue puerto del comercio de esclavos y enclave de protección del imperio neerlandés.

Quizás por eso el idioma más hablado, el papiamento, suena como un resumen del Caribe: tiene palabras portuguesas, españolas, holandesas, africanas e inglesas. Pero también se escucha, como si fueran de uso cotidiano, el inglés y el español.

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La gastronomía curazoleña es también síntesis de su historia: se sirven platos generosos de chivo guisado, pollo estofado o el emblemático keshi yena, una esfera de queso holandés rellena de carne y especias.

El pescado fresco está en los menús. El mahi mahi, el wahoo y el atún se sirven con arroz con coco, plátano frito y ensaladas tropicales. En el Mercado Flotante de Willemstad, los pescadores venezolanos atracan sus lanchas llenas de pargos y camarones recién sacados del mar.

Una gastronomía muy variada la curazoleña. FOTO Cortesía
Una gastronomía muy variada la curazoleña. FOTO Cortesía

En cualquier lugar sirven un cóctel azul. Es el célebre Blue Curaçao, nacido en la destilería Chobolobo, elaborado con la cáscara seca de una naranja local, que también tiene su historia. Trajeron las semillas de naranja dulce desde España y sembraron cientos de árboles, pero la naranja, por la tierra ácida de Curazao, creció la más amarga. Los dueños del sembrado decidieron convertirla en licor. Y hasta el día de hoy.

Una vida cultural discreta, pero vibrante

A pesar de su calma, Curazao vibra de puertas para adentro. En el barrio Pietermaai, los antiguos caserones coloniales se han convertido en bares, galerías y pequeños hoteles con encanto europeo y alma caribeña.

Al caer la tarde, el cielo se vuelve dorado y la isla cambia de ritmo. En Mambo Beach, a pocos minutos del centro, las luces se prenden junto a la orilla y suenan todo tipo de ritmos musicales. Es el punto de encuentro de locales y viajeros: bares a la orilla del mar, música en vivo, cócteles con frutas tropicales y un ambiente relajado donde bailar descalzo no es la excepción. Todo es natural.

Curazao no impresiona con parques de atracciones. Lo hace con otra cosa más difícil de encontrar: equilibrio. En un mundo que corre, la isla invita a ir despacio.

Cuando el avión despega de regreso a Colombia, el mar se queda atrás, pero la sensación de haber descansado viaja conmigo. Entiendo entonces por qué quienes vienen a Curazao suelen repetir el viaje. No se trata de volver al lugar, sino de recuperar el ritmo que se pierde afuera.

Curazao no es solo un destino: es una manera de recordar que el Caribe también es un estado del alma.

Radiografía

Guía práctica para viajar a Curazao

Ubicación:
Isla del Caribe sur, frente a las costas de Venezuela. Pertenece al Reino de los Países Bajos.

Cómo llegar:
Vuelos directos desde Bogotá y Medellín (aprox. 1 h 40 min). Aerolíneas: Avianca y Wingo.

Moneda:
Florín antillano (ANG), aunque el dólar estadounidense se acepta en todas partes. 100 dólares=179 florines (viernes 14 de noviembre).

Idiomas:
Papiamento, neerlandés, inglés y español (la mayoría de los locales lo hablan).

Clima:
Promedio de 27-30 °C todo el año. Está fuera de la ruta de los huracanes.

Playas imperdibles:
Grote Knip, Cas Abao, Playa Lagun, Tugboat Beach y Mambo Beach.

Platos típicos:
Keshi yena (queso relleno), stoba di kabritu (cabrito guisado), sopas de pescado y el cóctel con Blue Curaçao.

Transporte:
La isla tiene 64 km de largo. Se puede recorrer fácilmente en carro alquilado o taxi.

Costo promedio:
Alojamiento desde USD 90 por noche en hoteles medianos. Cena para dos: entre USD 40 y 70.

Recomendado:
Visitar la destilería Chobolobo, el Puente de la Reina Emma, el acuario marino y el barrio Pietermaai.

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