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Se aviva el debate entre Trump y la OMS: ¿Acetaminofén en embarazo produce autismo en bebés?

Donald Trump defiende sus afirmaciones con un estudio científico y el apoyo de su secretario de salud, Robert F. Kennedy Jr., al otro lado están los médicos y organizaciones que afirman que no hay evidencia científica.

  • El paracetamol es el principal componente activo del Tylenol, el analgésico más usado en Estados Unidos. FOTO GETTY
    El paracetamol es el principal componente activo del Tylenol, el analgésico más usado en Estados Unidos. FOTO GETTY
hace 9 minutos
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Una pastilla –paracetamol (acetaminofén en Colombia– es la causante de una puja entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump y sus autoridades de salud con entidades médicas como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y varias agremiaciones científicas.

Este martes la OMS aseguró que no hay evidencia científica que demuestre la relación entre el consumo de paracetamol en el embarazo y el autismo en respuesta a las declaraciones realizadas por Donald Trump este lunes. “No tomes Tylenol (cuyo componennte es acetaminofén). No lo tomes. Lucha como un demonio para no tomarlo”, dijo el mandatario en varias ocasiones como forma de recomendación a las mujeres embarazadas sobre el uso de uno de los analgésicos más utilizados en el mundo y con evidencia científica de décadas.

¿Qué dice el estudio en el que se basó Donald Trump?

Una de las publicaciones más mencionadas durante la sesión informativa que realizó la Casa Blanca este lunes es una revisión de la literatura llamada Prenatal Acetaminophen Exposure and Neurodevelopmental Disorders: A Navigation Guide Review. Esta fue publicada en la revista Enviromental Health en mayo de este año y fue realizada por epidemiólogos de la Universidad de Harvard y del Hospital Mount Sinaí.

Lo que hicieron los cuatro autores del artículo fue revisar 46 estudios para examinar la asociación entre el consumo de paracetamol durante el embarazo y los trastornos del neurodesarrollo como el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) y el Trastorno del Espectro Autista (TEA).

Aunque el presidente y las máximas autoridades de salud de Estados Unidos, como el secretario de Salud Robert F. Kennedy Jr., aseguran que sus argumentos están basados en recientes estudios, se sabe que desde hace décadas se viene evaluando la supuesta relación directa entre el consumo del acetaminofén y el riesgo de tener autismo y dicha causalidad no ha sido comprobada.

Eso es lo que dejó claro la OMS en la rueda de prensa que ofreció este martes al respecto. “Ha habido algunos estudios observacionales que han sugerido una posible asociación entre la exposición prenatal al acetaminofén o paracetamol y el autismo, pero la evidencia sigue siendo inconsistente. Varios estudios realizados posteriormente no han encontrado tal relación, y si el vínculo fuera fuerte, probablemente se habría observado de manera consistente en múltiples estudios”, aseguró Tarik Jasarevic, vocero de la Organización.

Como menciona la OMS, se han publicado estudios que muestran asociaciones entre el fármaco y el trastorno, pero no hay evidencia de que uno ocasione el otro.

Contrario a lo que afirmaron Trump y sus funcionarios, este tipo de investigaciones no demuestra que haya una relación directa entre un factor A y un factor B.

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Las revisiones, como la que usó Trump para sostener su declaración, son sometidas a sesgos porque se basan en investigaciones que no analizaron todas las variables de las poblaciones que estudiaron. Los estudios que verdaderamente permiten sacar conclusiones son prospectivos, comparativos, tienen en cuenta personas de la misma edad, del mismo peso, hábitos de nutrición similares, para después mirar su desenlace y continuar estudiando durante varios años a este grupo de personas con el fin de observar si tienen repercusiones en su neurodesarrollo”, le explicó a EL COLOMBIANO Ubier Gómez, médico toxicólogo clínico y profesor de farmacología.

Además de la metodología de la investigación, otro punto que no refuerza el pánico mediático que ha causado la alarma sobre el paracetamol son las conclusiones de la misma revisión. El estudio asegura que, si bien a la hora de revisar estos artículos se encontraron asociaciones entre el medicamento y los trastornos del neurodesarrollo, este impide establecer una causalidad definitiva. O sea, no se puede afirmar que tomar acetaminofén durante el embarazo sea el responsable de que un niño sea autista.

En el contexto de la investigación médica, tener una asociación no es lo mismo que probar una causalidad. “Lo que hacemos en la ciencia es realizar estudios que nos permitan confirmar lo que llamamos plausibilidad biológica, o sea, que existe una coherencia entre causa y efecto [...] La realidad es que hasta el momento una revisión sistemática de la literatura no es un nivel de evidencia suficiente”, asegura Andrés Zuluaga, jefe del departamento de Toxicología y Farmacología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia.

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Esto quiere decir que para probar una relación directa no es suficiente que dos eventos aparezcan al mismo tiempo. Gómez explica que es una interpretación inadecuada asumir que uno está necesariamente ocasionando el otro. En el caso del paracetamol, aún no hay consenso sobre que este, por sí solo, ocasione autismo.

Por ejemplo, en 2024 se publicó en la revista especializada JAMA un análisis que siguió por más de veinte años a 2,4 millones de niños en Suecia. Este mostró un asociación pequeña entre el consumo del medicamento con la incidencia de trastornos del neurodesarrollo, pero después de comparar a sus hermanos, esta relación desapareció, probando que el grueso de estos casos están vinculado con la genética.

Mientras tanto, otros estudios han mostrado asociaciones que están lejos de ser causalidades: en 2021, en la European Journal of Epidemiology salió una revisión de estudios que habla sobre mayores posibilidades para niños expuestos en la gestación al paracetamol de presentar algunos síntomas del TEA y TDAH. Sin embargo, su autora, Silvia Alemany, le dijo recientemente a Newtral –medio especializado en verificación de datos– que esta conclusión no debe despertar alarmismo y que eso tampoco prueba que una de las causas del autismo sea el acetaminofén.

Inclusive, Diddier Prada, uno de los autores del estudio mencionado por Trump, le dijo a The New York Times a principios de septiembre que “no podemos responder a la pregunta sobre la causalidad, algo que es muy importante aclarar”.

¿Qué pasa realmente con el autismo?

En ese sentido, tanto Gómez como Zuluaga consideran que es necesario realizar nuevas investigaciones sobre las causas y factores de riesgo del autismo que tengan en cuenta otros factores, no solo el consumo de cierto tipo de medicamento. “Una condición como el autismo, en la que se ha identificado la contribución de más de 100 genes, no puede ser simplificada a una sola causa que lo esté generando. Porque nosotros estamos expuestos a una gran cantidad de factores ambientales tóxicos que contribuyen, en grado variable, al desarrollo de trastornos del neurodesarrollo”, precisa el profesor de farmacología.

No es la primera vez del gobierno de Trump hablando de autismo

Desde los primeros meses del gobierno de Trump, su secretario de Salud, Kennedy Jr., ha impulsado la narrativa de una creciente “epidemia” de autismo en Estados Unidos. En abril, en una declaración pública, el funcionario asoció este trastorno con “nuestro sistema alimentario, nuestra agua, nuestro aire, las diferentes formas de crianza... y considerar las vacunas” y anunció que se pondría en marcha un plan de tres años y de más de 50 millones de dólares para averiguar cuál es su causa exacta.

Cinco meses después, Trump anunció este domingo en medio del funeral del activista Charlie Kirk que estaría próximo a dar una de las noticias “más importantes... médicamente, creo, en la historia de nuestro país”, que era la solución al autismo que lanzó el lunes.

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Pero asociaciones y comunidades de especialistas también han rechazado la forma en cómo se ha abordado la discusión sobre el autismo, ya que se han difundido datos engañosos y las autoridades de salud no se han enfocado en los aspectos relevantes.

Por una parte, es cierto que los casos de autismo reportados en los últimos años han aumentado. Un informe publicado en abril de 2025 por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) –la entidad estadounidense encargada de prevenir y controlar las enfermedades– asegura que la tasa de niños con este trastorno pasó de 1 de cada 36 niños a 1 de cada 31 en los últimos dos años. Las razones con las que explican el incremento son claras: se debe a que hoy en día es mayor la comprensión de esta condición y son más comunes las pruebas de detección.

José Francisco Cepeda, presidente del capítulo de Psiquiatría Infantil de la Asociación Colombiana de Psiquiatría, explica que no sería correcto hablar de un aumento de casos porque en las últimas décadas el abordaje de estos trastornos ha cambiado constante y drásticamente.

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“No podemos decir que hay un alza, porque la forma en que se evaluaba el autismo en los últimos 40 años ha cambiado muchísimo. Antes, los criterios eran muy específicos y restringidos. Solamente una parte de la población muy pequeña accedía al diagnóstico y, por ende, a los tratamientos. Y mucha gente que no cumplía con todos esos criterios, se quedaba por fuera”, asegura, haciendo referencia a las modificaciones que vinieron posterior al reconocimiento del autismo como un espectro en el que se encuentran diferentes condiciones que antes se concebían separadas como el Síndrome de Asperger.

Además, este tipo de afirmaciones, lejos de contribuir a la investigación o mejora de un problema de salud pública, funcionan como distractores. Una de las falsas hipótesis que revivieron Trump y sus funcionarios en esta discusión es la que asegura que el autismo es causado por las vacunas, lo cual tampoco cuenta con evidencia científica. Esta teoría fue ampliamente difundida a finales de los noventa a raíz de una investigación publicada por el doctor inglés Andrew Wakefield en The Lancet, donde aseguró que las inoculaciones estaban relacionadas con los trastornos. Posteriormente, el médico se retractó de esta conclusión.

“Estamos perdiendo de vista el panorama global. En la atención de la autismo hay que mejorar la detección temprana, los diagnósticos, la cobertura y la calidad de las intervenciones. Con programas realmente conductores, estructurados. Que la familia y la gente sepan de qué se trata esto y qué se puede hacer”, menciona Cepeda.

Los tres expertos consultados también coinciden en que la alarma por el paracetamol de Trump lo que puede hacer es generar resultados adversos, que las personas se abstengan de utilizar los medicamentos que realmente necesitan solo por afirmaciones sin solidez científica.

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El acetaminofén es un fármaco de más de 70 años, con amplia evidencia que lo ha posicionado como uno de los analgésicos y antipiréticos más seguros y formulados. Eso sí, como con cualquier medicamento, no hay que abusar de su uso y tampoco automedicarse, especialmente si la persona es una mujer en estado de gestación.

“Las recomendaciones son: si uno tiene un dolor, tómese un acetaminofén. Pero cuando se trata de una mujer en embarazo debería ser para un síntoma puntual. Si tiene un dolor lo suficientemente significativo, tómese la pastilla. Pero si es tolerable, mejor no. Y, en caso de consumirlo, trate de no superar durante todo el embarazo una cantidad mayor a 20 tabletas de acetaminofén, que se ha mencionado como un posible límite de seguridad”, sugiere Gómez

Otras “metidas de pata” de Donald Trump con relación a la salud

Algunos de estos episodios ocurrieron durante su primer mandato, entre el 2017 y 2021, cuando ocurrió la pandemia por Covid-19.

1. ¿Limpiar el cuerpo con inyecciones?

Una de las polémicas más recordadas fue cuando el presidente recomendó utilizar inyecciones de desinfectantes para liberar el cuerpo del coronavirus. Debido a la sorpresa que causó su comentario, salió a defenderse asegurando que había sido sarcástico y que solo quería poner a prueba la atención de los periodistas.

2. Medicamentos sin pruebas para el Covid-19

A mediados de 2020, Trump compartió públicamente que estaba tomando hidroxicloroquina para prevenir el virus. Sin embargo, este medicamento –utilizado contra el lupus y la malaria– no contaba con evidencia científica relacionada con el coronavirus, y después fue descartado por sus posibles riesgos para tratar esta enfermedad.

3. “No uso mascarillas”

En diferentes ocasiones, el presidente se burló y cuestionó el uso del tapabocas, una de las recomendaciones de bioseguridad más importantes durante la pandemia. Esta medida, combinada con la vacunación, la limpieza de manos y el distanciamiento, eran consideradas efectivas a la hora de frenar la propagación del Covid-19. Pero Trump hizo caso omiso a estos lineamientos, realizados por expertos de su mismo gobierno.

4. Una luz para eliminar el coronavirus

Otra de sus alternativas para prevenir el Covid fue sugerir el uso de luz o rayos ultravioletas al interior del cuerpo. En su momento, medios de comunicación verificaron esta “técnica”, la cual es irrealizable, y tampoco haría ninguna diferencia a la hora de eliminar un virus que ya se encuentra en el organismo.

¿Y qué pasa con el aborto en Estados unidos?

Desde que se lanzó a la presidencia en 2015, Trump ha hablado sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), la cual, según él, en su mayoría se lleva a cabo pocos minutos antes del bebé nacer o incluso cuando recién fueron dados a luz. De acuerdo con datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), menos del 1% de los abortos se realizan después de la semana 21 de gestación.

No es la primera vez que habla sobre autismo

En una entrevista con la revista Time en 2024 aseguró que “la tasa de autismo está en un nivel que nadie jamás creyó posible”. Este lunes sugirió que este trastorno está conectado con las vacunas, sin prueba alguna: “Hay ciertos grupos de personas que no se vacunan ni toman pastillas y que no tienen autismo”.

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