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La Región Aeroportuaria no es solo una obra de infraestructura. Es una plataforma de futuro. Un símbolo de que Antioquia no se resigna al cortoplacismo”.
Por Laura Gallego Moscoso - opinion@elcolombiano.com.co
En tiempos en los que el debate público se pierde entre la incertidumbre política y la coyuntura del día a día, es urgente recuperar la capacidad de pensar y movilizar grandes proyectos de desarrollo. Antioquia —y Colombia— necesitan mantener la mirada y la conversación en el futuro. No como un ejercicio abstracto, sino como el reto de concretar iniciativas catalizadoras del desarrollo económico y social de la región, del empleo, atracción de inversión y expansión de oportunidades para los ciudadanos.
Una de esas apuestas estratégicas para el futuro de Antioquia: la consolidación de una Región Aeroportuaria y la expansión del Aeropuerto José María Córdova. Siendo el segundo aeropuerto más importante del país, después de El Dorado, en 2024 alcanzó una cifra histórica de 13,8 millones de pasajeros, frente a una capacidad para 10,5 millones, 3,7 de ellos internacionales.
Es evidente entonces que su infraestructura y capacidad ya superan el límite. Ampliarlo, modernizarlo y proyectarlo no es un lujo: es una necesidad para el turismo, la atracción de nómadas digitales, la internacionalización de empresas regionales, la llegada de inversión extranjera y la consolidación de un nodo logístico clave para Colombia.
Antioquia se proyecta como un destino de clase mundial, y el desarrollo aeroportuario es una apuesta estratégica regional con impacto nacional. La actualización del Plan Maestro de este Aeropuerto, aún en construcción, prevé más de 40 millones de pasajeros en 2055 e inversiones cercanas a $14,4 billones. Involucra la adquisición de más de 600 predios, la construcción de una nueva pista y terminal de pasajeros, y la conexión con sistemas de transporte masivo. Pero no basta con tener el plan. Se requiere voluntad política, acción coordinada y visión compartida del desarrollo entre lo nacional y los territorios.
Tenemos un nudo estructural para avanzar. El Gobierno Nacional no da el primer paso, el más inmediato: las intervenciones necesarias para que la infraestructura existente se amplíe y pueda atender 18 millones de pasajeros, mejorando la experiencia de los viajeros nacionales e internacionales que están soportando demoras e incomodidades innecesarias. Los diseños, el alcance y los recursos financieros ya han sido aprobados entre los concedentes -ANI, EPAOH y AirPlan- pero es urgente la diligencia de la Aerocivil y un acuerdo jurídico que supere esta barrera burocrática.
Por otro lado, es crítica la operación del puesto migratorio de Antioquia, que tiene tiempos de espera promedio de dos horas. Un cuello de botella inexplicable y frustrante para un país que quiere posicionarse como destino turístico mundial y demostrar que tiene condiciones para una conectividad competitiva.
En ese vacío, las regiones deben liderar. La Región Aeroportuaria no es solo una obra de infraestructura. Es una plataforma de futuro. Un símbolo de que Antioquia no se resigna al cortoplacismo. Un recordatorio de que sí se puede pensar y construir un país distinto si hay propósito y liderazgo colectivo.
Hoy, el nudo del José María Córdova es también una metáfora del momento que vive Colombia. Obstáculos que no deberían existir, decisiones que no se toman, proyectos detenidos sin razón clara. Pero el país no puede acostumbrarse a la inercia. Desde Antioquia seguimos empujando las agendas de largo plazo. Porque cuando el liderazgo se ejerce con visión, las infraestructuras se construyen, la inversión llega y la confianza se activa.
Hay futuro: hagamos que las cosas pasen.
*Vicepresidenta Ejecutiva Proantioquia