La Semana Santa es una de las celebraciones más largas que tiene la Iglesia católica: durante ocho días, creyentes se reúnen a recordar y adorar la vida y muerte de Jesús quien, según los registros bíblicos, falleció aproximadamente en el 33 d.C., hace 2.000 años.
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A pesar de la importancia que tiene la semana mayor al interior del catolicismo, las tradiciones religiosas y culturales de esta celebración se han modificado con el paso de los años. Para Camilo A. Gálvez, teólogo y filósofo, una de las transformaciones que se han dado en los últimos 20 años en la manera en cómo se vive la Semana Santa en Colombia es la del cambio “de un espíritu que, mas que de peregrinación, es de turismo religioso”.
Desde el siglo IV ya se realizaba esta celebración y la esencia de esta, como indica Gálvez, data de esa época: entonces ya se llevaban a cabo procesiones en las que por medio de dramatizaciones se mostraban los diferentes momentos de la vida de Jesús. A pesar de que estas costumbres siguen vivas, para algunos, ya no son una vivencia de fe, sino un mero atractivo turístico.
En esa misma línea, uno de los cambios positivos que se han dado es que cada vez más las iglesias “se han ido realzando como centros de veneración y culto, pero también como puntos de referencia arquitéctonica e histórica de las ciudades”, explica el teólogo.
Juliana Martínez, profesora de Teología de la Pontifica Universidad Javeriana, también concuerda que la transformación en la celebración de la Semana Santa se ha dado debido a la pérdida de sentido que para algunos tiene continuar realizando las celebraciones tradicionales.
Algunas de las costumbres que se han dejado a un lado son los ayunos estrictos que hace varias décadas se realizaban cada Viernes Santo, la abstinencia de no comer carnes rojas durante la Cuaresma –que son los 40 días previos a la resurrección de Jesús– o la vigilia del Sábado Santo, día en el que los creyentes solían quedarse despiertos toda la noche a la espera de la resurrección.
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A pesar de esto, Gálvez asegura que hay otras tradiciones que aún se mantienen. Por ejemplo, la de la visita a los siete monumentos en el Jueves Santo, una costumbre que data del siglo XVI en la que los feligreses visitan los templos para que así les sean concedidas sus peticiones al cielo. Otra que es muy común es la costumbre de comer pescado Jueves y Viernes Santo como muestra de abstinencia a ingerir carnes rojas para honrar la muerte de Jesús.
Sin importar estos cambios, Colombia continúa siendo un país mayoritariamente católico. De acuerdo con datos del Dane, el 78% de la población practica esta religión. Para Martínez, las transformaciones en las costumbres de la Semana Santa no significa que estas vayan a desaparecer, sino que habla de nuevas maneras de vivir la fe. Para que este tipo de celebraciones continúen, la clave es adaptar a las nuevas generaciones los valores y mensajes de esta época de reflexión. “La Iglesia debe seguir transformándose, utilizar un lenguaje que llegue a los jóvenes que invite a una reflexión personal, a encontrarle sentido a las tradiciones. Así como otras costumbres han evolucionado, las tradiciones religiosas también están llamadas a hacerlo con el tiempo”, concluye la teóloga.