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Medellín tiene la oportunidad de ser referente. Se requiere visión estratégica, inversión sostenida y un compromiso colectivo que reconozca que el envejecimiento no es una carga, sino una etapa valiosa de la vida que merece ser vivida con dignidad y plenitud.
Por estos días EL COLOMBIANO tituló que Medellín ya superó la simbólica cifra de 1.000 habitantes con más de 100 años. Una cifra que demuestra que nuestra ciudad está comenzando a transitar una encrucijada con el envejecimiento de su población y nos hace reflexionar sobre cómo se redefine el presente de Medellín y cómo cambia su futuro.
Revisemos un par de cifras de la dimensión del cambio que se está dando, porque no es poca cosa. Por un lado, la tasa de natalidad se ha desplomado a menos de la mitad en Medellín: por cada mil habitantes nacían 16,2 en 2006 y cayeron a 7,6 en 2023. Y por el otro lado, la población mayor de 60 años en la ciudad se ha multiplicado casi por cinco, de 104.000 personas en 1985 a 492.000 en 2025.
De tal manera que entre las capitales principales del país Medellín se destaca por registrar el más bajo porcentaje de habitantes menores de 5 años –tan solo el 6%– y también uno de los mayores índices de envejecimiento. Mientras que hace dos décadas, los menores de 15 años eran un 25% de la población y los mayores de 60 años, un 10%; para el 2025 la torta se invirtió: los menores de 15 años son el 17% y los adultos mayores el 18%.
Las implicaciones de este cambio son profundas y requieren una respuesta. Es imperativo que Medellín fortalezca su sistema de cuidado, no solo ampliando la cobertura de servicios, sino también garantizando su calidad y accesibilidad. Además, es esencial promover una cultura que valore y respete a las personas mayores. La participación activa de este grupo en la vida comunitaria y en la toma de decisiones es fundamental.
Pero el envejecimiento poblacional no debe verse únicamente desde una óptica asistencial. También representa una oportunidad económica: la llamada economía plateada. Este concepto abarca bienes, servicios e innovaciones orientados a satisfacer las necesidades y preferencias de las personas mayores. El potencial económico de esta población va desde la salud, la vivienda, el transporte accesible y el turismo inclusivo, hasta industrias emergentes como la tecnología asistida o la formación continua.
La economía plateada tiene el poder de dinamizar la economía local si se integra con visión y planeación. En este aspecto, algunas de las industrias más dinámicas incluyen el sector salud —especialmente la geriatría, la atención domiciliaria y los seguros médicos especializados—, la tecnología asistencial (robots cuidadores, aplicaciones de monitoreo y telemedicina), la vivienda adaptada, el turismo senior, los productos de consumo enfocados en bienestar y nutrición, y la educación continua. Estas industrias no solo responden a una necesidad, sino que son oportunidades claras de desarrollo económico e innovación social.
Pero además, las personas mayores no solo consumen, también producen, emprenden y aportan conocimiento. En ciudades como Tokio o Helsinki, se ha demostrado que una infraestructura adaptada y políticas públicas centradas en el envejecimiento activo no solo mejoran la calidad de vida, sino que estimulan nuevas formas de empleo y servicios especializados.
Varios países se destacan como modelos exitosos en el abordaje del envejecimiento poblacional. Precisamente Japón que, por ejemplo, ha hecho de la longevidad una de sus principales políticas de Estado, integrando tecnología de punta en la atención domiciliaria, desarrollando ciudades amigables con los mayores y promoviendo el empleo de personas mayores hasta edades avanzadas. Finlandia y Suecia, por su parte, han creado sólidos sistemas de protección social y redes comunitarias que permiten a los adultos mayores vivir de forma autónoma y activa. Alemania ha impulsado la industria del cuidado con una robusta formación profesional y subsidios estatales.
Para Medellín, aprender de estos referentes no implica copiar modelos, sino adaptarlos de manera, ojalá, creativa al contexto local. Reconocer que el envejecimiento de su población puede ser una palanca de desarrollo y no un obstáculo, es el primer paso.
El desafío es grande porque exige una transformación de nuestro modelo urbano y económico: fortalecer el transporte accesible, promover viviendas adaptadas, potenciar programas de educación para la vida adulta y generar incentivos para que el sector privado invierta en bienes y servicios para esta población creciente.
Medellín tiene la oportunidad de convertirse en un referente. Para lograrlo, se requiere una visión estratégica, inversión sostenida y, sobre todo, un compromiso colectivo que reconozca que el envejecimiento no es una carga, sino una etapa valiosa de la vida que merece ser vivida con dignidad y plenitud. La ‘silver age’ no debe ser una etapa de retiro y silencio, sino de participación, bienestar y dignidad.